El resultado de las elecciones europeas sigue moviendo las aguas de la política española con una intensidad que era difícil de prever. Una de las primeras consecuencias del maremoto del 25-M ha sido el cambio de ritmo en la renovación del PSOE, que Alfredo Pérez Rubalcaba pretendía pilotar como mínimo hasta después del verano, cuando debía abrirse un proceso de primarias abiertas para elegir al cabeza de cartel que se enfrentaría a Mariano Rajoy. La dura derrota ha generado en el aparato una sensación de pánico ante el vacío, que ha frenado ese proceso de apertura al que el PSOE se había comprometido en el congreso de Sevilla del 2012. Presionado por barones territoriales y dirigentes históricos, Rubalcaba cambió el guion para dar prioridad a la elección del nuevo secretario general entre la militancia y a su posterior consagración en un congreso extraordinario, para relegar las primarias abiertas a un incierto futuro. La derrota, que dejó al PSOE más a la deriva, provocó también que todas las miradas confluyeran en el único valor que se había logrado salvar de la quema: Andalucía y su presidenta autonómica, Susana Díaz. En muy pocos días no solo se cambió el calendario, sino que se pretendió edulcorar el debate poniendo al partido de facto en manos de la presidenta de la Junta, convertida en el mirlo blanco capaz de sacar al PSOE de su postración.

GESTO BENEFICIOSO

Díaz ha sopesado pros y contras del ofrecimiento y ha optado por dar un paso atrás y renunciar a dirigir el PSOE, al menos en este momento, alegando que su principal compromiso es con los ciudadanos andaluces.

Independientemente de las razones que la presidenta de la Junta pueda esgrimir, su gesto va a ser beneficioso para los socialistas en la medida en que va a permitir que otros candidatos con una posición menos vinculada al aparato puedan competir y exponer sus proyectos con mayor igualdad. La decisión aleja al partido de la tentación de recurrir a una solución pactada por los de siempre, por mucho que después pudiera pasar por un proceso refrendatario.

Los socialistas tienen ahora un futuro menos previsible, pero habrán evitado dar de nuevo la imagen ante los ciudadanos de que todo quedaba atado y bien atado desde arriba. Seguro que sus militantes y posibles electores se lo tendrán en cuenta.