Hace unos cuantos años, en un ya olvidado programa de radio, debatíamos sobre la conveniencia de abrir en Zaragoza nuevas grandes superficies comerciales. Mi interlocutor, del PP, afirmaba que habían de ser el mercado y la libre iniciativa la que acabara poniendo racionalidad en las inversiones. Mi posición por el contrario era que los poderes públicos debían de regular tal cuestión porque entre otras razones, había que proteger al pequeño comercio, apostar por la ciudad consolidada y por nuestro modelo de ciudad mediterránea. Hoy cuando voy a algunas de esas grandes superficies, repletas de vida en otros tiempos y ahora sumidas en un silencio de muerte, me reafirmo en mis argumentos. Un enorme capital invertido para nada a la espera de no se sabe qué. Igualmente los que planificaron el crecimiento de la ciudad por el sur y posibilitaron todo ese desierto urbanizado, con unos pocos bloques en medio de la nada, pensaron con el culo, o con su bolsillo y se descalificaron para seguir siendo gestores de lo público. ¿De dónde pensaban que iban a salir los cientos de miles de nuevos pobladores de esos nuevos barrios? ¿O es que se trataba de abandonar los barrios tradicionales en los que vivimos y trasladarnos todos a nuevos bloques comprados a precio de oro? ¿No hubiera sido más correcto rehabilitar lo que está viejo y además aprovechar los equipamientos públicos que ya disfrutamos, sin necesidad de nuevas inversiones? Convendría poner nombre y apellidos a semejantes desafueros. ¿Qué modelo de ciudad defenderán los próximos candidatos?

*Profesor de universidad