Que Teruel existe lo sé desde que, en la escuela me enseñaron aquello de Aragón, tres: Huesca, Zaragoza y Teruel. Sabemos también que, hace unos veinte años, se creó una plataforma ciudadana que adoptó ese lema, Teruel Existe. La iniciativa se ganó las simpatías de los turolenses, de los aragoneses y, me atrevo a decir, de casi todos los españoles. En las últimas elecciones (últimas por ahora) han dado un paso más al presentar una candidatura que fue la más votada en la provincia, con un diputado y dos senadores.

Felicitaciones. Ahora toca hacer un esfuerzo para intentar comprender cómo puede afectar esta novedad a lo que verdaderamente debe importarle a la plataforma, a los turolenses, a los aragoneses y a todos los españoles: en qué medida supone un avance para sacar a la provincia de su postración. Y aquí las cosas no pintan tan risueñas, ya lo adelanto.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que el problema de la des-población no es exclusivo de Teruel, por supuesto. Soria, Cuenca, muchas provincias de León y las dos Castillas, zonas del interior de Galicia y de Asturias, e incluso de Aragón, entre otras, lo padecen con tanta intensidad o más que Teruel. En su libro La España vacía, Sergio del Molino refleja esta realidad con mano maestra. Está claro que las soluciones (difíciles y complejas) no pasan por que cada uno de esos territorios haga la guerra por su cuenta sino por la suma de esfuerzos y la superación de los localismos.

Lo segundo es que esto no ha ocurrido porque sí, ni de la noche a la mañana. Y tampoco es un problema solo de unos políticos ineptos o desidiosos. España es lo que es como consecuencia de un largo proceso que empezó en el siglo XIX con la primera industrialización, que creó dos polos industriales y prósperos en el País Vasco y Cataluña y que, junto con el crecimiento de la burocracia administrativa en Madrid, generó un monstruoso desequilibrio que, obviamente, tuvo muchas otras causas que no caben aquí.

El remate vino con el desarrollismo franquista en la segunda mitad del siglo XX, con el crecimiento del turismo de sol y playa y el frenesí del ladrillo, que terminaron de dibujar una España periférica y rica, y una España interior cuyos habitantes huían hacia las zonas en crecimiento y que solo resultaba útil, si acaso, para hacer pantanos. De esa generalizada fuga hacia las costas y el centro apenas se salvaron algunos islotes, como Zaragoza, favorecida por una fuerte iniciativa industrial y por su posición geográfica, privilegiada.

Es obvio que este análisis es incompleto y, por lo tanto, inexacto, pero deja claro lo que importa: que la España interior se vació durante largos años y que ese vaciamiento se produjo como consecuencia de decisiones políticas y económicas que no pueden volverse atrás de un plumazo. De manera que el camino a recorrer para invertir esa dinámica es forzosamente largo y complejo, y no se resuelve (solo) con inversiones.

Porque, no nos engañemos, en Teruel se ha invertido muchísimo dinero en los últimos treinta años. Pero se ha invertido mal. No se escucharon las demandas de los turolenses sobre comunicaciones e infraestructuras. Carreteras infames y líneas ferroviarias tercermundistas conviven con polígonos industriales fracasados. No se han dado alternativas serias a la minería del carbón. Hay polideportivos infrautilizados, en pueblos envejecidos, y cientos de iglesias y parroquias remozadas. Se apostó por la foto de los políticos cortando cintas, no por el progreso.

Es hora, pues, de hacer lo que se debe, mirar a largo plazo y crear las condiciones que incentiven ese progreso. No tengo duda de que la economía digital es una oportunidad para Teruel y para toda la España despoblada, pero los hombres y las mercancías no viajan por la red. Necesitan comunicaciones rápidas y cómodas. Y se necesitan iniciativas viables, inteligentes y rentables, sobre todo rentables, que partan de esos territorios. No todo va a ser esperar a que caiga el maná de Papá Estado. Para entender lo que quiero decir, me basta con un ejemplo: la fiesta de los Amantes, una iniciativa nacida en Teruel, se ha revelado como una magnífica fuente de ingresos para la ciudad y la ha colocado en el mapa. Hacen falta más ideas como esa. Como el aeropuerto o Dinópolis.

Por lo demás, ¿qué pueden hacer el diputado y los senadores de Teruel Existe? Espero que no sigan el ejemplo de lo que han venido haciendo tradicionalmente los partidos regionalistas y nacionalistas: negociar su voto a cambio de partidas presupuestarias que luego presentan en su territorio como trofeos de caza ocultando que para que una enmienda prospere hacen falta 176 votos. Espero también que su aportación a la gobernación del Estado se produzca a cambio de políticas que atenúen el desequilibrio entre territorios, políticas ambiciosas que vayan en la buena dirección contra la despoblación y el empobrecimiento, no solo unos cuantos euros en los presupuestos.

Supongo también que tendrán dificultades, que las tensiones ideológicas dentro de la plataforma, con votos de izquierda y derecha, surgirán seguro y que el escenario del Parlamento, con sus pulsos entre los grandes, suele dejar poco espacio para los pequeños, aunque en esta legislatura, cada escaño va a valer su peso en oro gracias a la endiablada aritmética parlamentaria.

O sea que… suerte. Y precaución para no caer en un localismo egoísta y cutre, paralelo a los nacionalismos. Ese no es el camino. que Teruel se merece.