En el año 1992 las Cortes de Aragón llegaron a un acuerdo sobre política hidráulica, el Pacto del Agua, que contó con un gran respaldo social. Pero las cosas cambian y cuando llegó la hora de realizar las obras del Pacto del Agua, parte de la sociedad aragonesa, sensibilizada por el Plan Hidrológico Nacional y crítica con la filosofía que lo sustenta, se opuso a las que suponían mayor coste económico, ecológico o social. Las dos posiciones dieron lugar a numerosos enfrentamientos, movilizaciones y procesos judiciales. Con el objeto buscar alternativas más razonables y con mayor consenso se constituyó la Comisión del Agua de Aragón, que recientemente se ha pronunciado sobre Yesa. Sin duda el trabajo realizado por la comisión es mejorable, difícilmente se llega al 100% de las posibilidades, pero el resultado final, recrecimiento de Yesa a una cota intermedia, es un paso en la buena dirección aunque no cumpla las expectativas de todos.

Es posible que haya alternativas mejores, probablemente una de ellas sea la que defiende la Fundación Nueva Cultura del Agua pero, en política, no siempre es alcanzable la mejor solución, la más socialmente sostenible y el consenso debe valorarse como un importante activo. ¿Alguien podía pensar hace un año que el acuerdo conseguido era viable?, ¿es posible un punto de encuentro con más apoyo político y social?

Nadie puede considerar el acuerdo sobre el recrecimiento de Yesa como una derrota. Es una victoria, aunque sea parcial, de todos y, fundamentalmente, de quienes desde hace años vienen defendiendo la nueva cultura del agua, de quienes nos han convencido a buena parte de los aragoneses y aragonesas de que no se podía mantener una política basada en criterios del siglo XIX, de quienes desde el primer momento han apostado por el diálogo y el consenso y defendido los mismos criterios para oponerse al PHN y para revisar el Pacto del Agua.

*Sindicalista