Alfonso Soláns se habrá dado cuenta a estas alturas de que el principal problema del Zaragoza no era el entrenador, pues el revulsivo de Víctor Muñoz se ha quedado en el espejismo del Camp Nou a juzgar por lo visto el domingo en La Romareda. Como decíamos en estas mismas páginas hace una semana, el equipo necesita refuerzos, porque con lo que hay va camino del abismo. Claro que ahora el mercado de invierno, que lleva casi un mes abierto, se ha convertido en un concurso en el que los premios gordos ya salieron --ahí está el ejemplo del Mallorca con Delibasic--. Se impone ahora un ejercicio de modestia en el que, reconocido el error de enfoque de la crisis, el club tire de talonario y busque la incorporación de los dos o tres jugadores motivados y de calidad que se echen el equipo a la espalda. Quedan pocos boletos en esta rifa, pero no comprarlos todos sería condenarse a jugar en el alambre hasta el final de la temporada.