Les hemos aplaudido a rabiar a las ocho de la tarde durante meses; hemos sentido su angustia, su temor a lo desconocido; hemos vivido como nuestra su indefensión y sus sacrificios; conocen en carne propia la violencia del covid-19; son nuestro seguro: depositamos en ellos nuestra salud y nuestras vidas. Seguramente por eso son hoy los grandes héroes.

Merecidamente recibirán el premio Princesa de Asturias a la Concordia, fueron homenajeados el pasado 23 de abril en el Día de Aragón, y es seguro que para las Fiestas del Pilar se les reconocerá como hijos predilectos, pregoneros, o cualquier cosa semejante. Igual que en las fiestas virtuales de los pueblos. Porque se lo merecen, sin duda, y porque hacerlo queda bien y no cuesta nada. ¿Eso es todo?

Porque son escasos los que van más allá, los que además de palmaditas en la espalda plantean los problemas que este sector tiene y los efectos que sus deficiencias tuvieron en la evolución de la pandemia.

«Llevamos años instalados en la idea de que tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo y hemos visto que no es así, que no es así en su musculatura, ni en el trato que reciben sus profesionales». Esto lo dijo hace escasos días el presidente del Colegio de Médicos de Barcelona. «Si esta vez no nos atienden, si no aprovechamos esta ocasión en que toda la sociedad está de acuerdo, tendremos más mortalidad, más infecciones, menos satisfacción ciudadana y perderemos calidad de vida», afirmó la presidenta del Colegio de Enfermeras/os de Cataluña.

Ambas intervenciones forman parte del documento presentado por estos colegios profesionales y los gestores de las organizaciones que componen el sistema sanitario público, a las diferentes instituciones, semejantes a las denuncias que se hicieron con motivo del Primero de Mayo, y las que vienen haciendo los sindicatos del sector y diferentes colegios en toda España.

Con los datos en la mano la realidad puede que supere las denuncias realizadas. El gasto sanitario ha crecido alrededor de un 0’8% en los últimos diez años, de manera que el pico de gasto de los 70.672 millones del 2009 prácticamente no se ha superado. Por eso representa un 9’1% del PIB (6’5% público y 2’6% privado) por debajo del 10% de promedio europeo. Eso lógicamente repercute en el personal: 3’9 médicos y 5’7 enfermeras por cada 100.000 habitantes, cuando en Alemania son 4’5 y 12’9 respectivamente, o en Austria son 5’2 y 6’8. Otro dato: actualmente hay 28 camas de hospital menos que en 2005 en ese mismo porcentaje. Eso es debido a que en España hay en la actualidad dos hospitales más que hace diez años a pesar de que en los países de la OCDE hay una tasa de 29/ millón de habitantes mientras que en España se quede reducida a 17 (281 públicos, 289 concertados y 236 privados).

Pero si en infraestructuras andamos así, la situación del personal se agrava mucho más. Con una temporalidad en las plantillas desorbitante: el 35% de la enfermería y celadores de todo el país son interinos, mientras que entre los médicos rondan el 40%. O en los servicios de urgencias se llega al 90% en muchos hospitales. Del mismo modo, el salario/hora trabajada de muchos de los médicos residentes escasamente supera el convenio de los trabajadores del campo, además de arrastrar una pérdida salarial de 11 puntos desde el 2010.

Por eso no es de extrañar que el Tribunal de Justicia Europeo emitiera una tercera sentencia sobre las condiciones laborales de los interinos de esta administración, instando a que se adopten medidas urgentes para acabar con tanta temporalidad, reconociendo la indemnización por despido al finalizar cada contrato como cualquier otro trabajador.

Con estas condiciones han transitado los profesionales de la salud la peor crisis sanitaria del último siglo. Por eso no es de extrañar el último barómetro del CIS que recoge el sentimiento mayoritario del 90% de la población pidiendo reformar la sanidad española. Solo un 7’8% no lo considera necesario. No sé si en este porcentaje se incluirá Cayetana Álvarez de Toledo, que en un vídeo, refiriéndose a la interpretación de un informe que recoge el índice de competitividad europeo 2019 afirmaba: «Contra bulos, datos: en la Comunidad de Madrid tenemos la mejor sanidad de Europa después de Estocolmo». Claro que no explica que los datos a que se refiere son los índices de accidentes de tráfico, suicidios, esperanza de vida saludable, mortalidad infantil, todos relacionados indirectamente con la estructura sanitaria.

Haciendo trampas en el solitario, reconocimientos huecos y viejos clichés privatizadores con la sanidad, no vamos a mejorar nuestro sistema sanitario. Como decía aquel, «ver una maravillosa puesta del sol ahogándose en el mar no te libra de la muerte».