Tras veinte años de presuntas reindustrializaciones, planes, inversiones específicas y construcción de polígonos, henos aquí desnortados y acongojadísimos porque el cierre de la central de Andorra es irreversible y la empresa que la explotó durante decenios se llama a andana. Por el sumidero se han ido el fantasioso plan de negocios de Motorland, las subvenciones y créditos públicos a empresas que jamás llegaron a nada, la buena nueva de que Eléctricas Reunidas de Zaragoza era absorbida por Endesa, la heroica resistencia de Manuel Pizarro a que dicha compañía fuese controlada por capital catalán (acabó cayendo en manos italianas, pero nuestro prócer se fue con los riñones cubiertos y requetecubiertos)... Años, en fin, de triunfalismo, maniobras en la oscuridad, confusión entre los intereses de Aragón y los de determinados aragoneses (o forasteros, que aquí nunca le cerramos la puerta a nadie) y charlotadas politiqueras. Ahora mismo, el PP quiere convertir el desastre en una herramienta para segar la hierba bajo los pies de Lambán, mientras este se desespera, se enfada e intentar vender lo más caro posible el maldito (o bendito) cierre.

Si les digo que todo ello se veía venir y que, en todo caso, algo ganaremos si la central de Andorra deja de envenenar la atmósfera bajoaragonesa, pensarán ustedes que soy un mal paisano. Sin embargo solo me limito a describir la realidad más evidente. Quienes supusieron que Endesa cumpliría con una comarca de la que estrajo pingües beneficios son los que estaban en Babia, abrazados a ese absurdo acto de fe según el cual las grandes empresas son entes benéficos y altruistas y sus altos directivos seres maravillosos repletos de empatía y generosidad.

Por supuesto, la experiencia andorrana, incluyendo el tira y afloja entre la ministra Ribera y el presidente Lambán, tampoco nos hará caer del guindo. Cuando Vox y las otras derechas culminen su vocación recentralizadora, Teruel deje de existir y Aragón se consagre como mera tierra de paso, gritaremos ¡viva España!... y seremos, al fin, felices.