Que la revolución tecnológica basada en Internet es la más importante de la historia parece evidente y que podría servirnos para un gran avance en nuestra sociedad: reducción horas de trabajo, conservación del medio ambiente, profundización de la democracia, potenciar las relaciones humanas, erradicación de la pobreza y de pandemias, etc. Y sin embargo, por primera vez en la historia un grupo reducido de personas, como Bill Gates, Mark Zuckenberg, Jeff Bezos, o el fallecido Steve Jobs, tienen la capacidad de dominar el mundo, sin contar con los gobiernos o los parlamentos de países ricos y pobres. Las secuelas de tal dominio son gravísimas para la sociedad, y sin embargo, no surge la más mínima protesta, todavía más, son voluntariamente aceptadas con absoluta irresponsabilidad y hasta con regocijo por la ciudadanía en general.

Google, el más frecuentado buscador de información de Internet es una empresa particular vinculada con agencias de seguridad, como reveló Edward Snowden, a la que se le ha permitido fotografiar hasta la maceta de nuestro balcón. ¿Cómo los Estados lo han consentido? Tal información a nivel mundial es un instrumento estratégico clave para someter a países y personas.

Facebook, nació como una red social de intercambio de opiniones, información y chismorreos. Es adictiva, ya que mucha gente solo se informa en ella. Ha dado voz a muchos que eran sólo oyentes, para colocar sus fotografías, sus vacaciones, sus comidas o el cumpleaños de su retoño. Empero, el algoritmo selecciona las personas con las que nos relacionamos y la información que recibimos, que no está exenta de bulos, y, lo más grave, que nuestros datos los comercializa generándole pingues beneficios.

Ambas empresas realizan una ataque brutal con el permiso de nuestro gobierno y de todos nosotros, a nuestra Carta Magna, al artículo 18. 1. Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. Hasta hace poco abrir una carta sin permiso del receptor era algo gravísimo.

Apple, la reina de los móviles, o lo que es lo mismo, del mundo. Es sublime tener a nuestro alcance en un aparato minúsculo: films, deportes, teléfonos, cámara fotográfica, vídeos, música, linterna, el Partenón, el Machu Pichu, la Biblia en verso y contactos eróticos. Es milagroso. Poco ha, antes de dormir, nuestro último contacto con la realidad era colocarnos ante la televisión, la lectura de un libro, practicar el acto sexual con nuestra pareja, o darle un beso o una carantoña. Y al despertarnos, ¿qué es lo primero que miramos con auténtico frenesí?

Salir a la calle es malo

Por último Amazon. Nos ha convencido que salir a la calle es malo. Jeff Bezos, cual genio de lámpara maravillosa, nos regalará lo que nos apetezca con solo nuestra tarjeta de crédito. En 24 horas, sin movernos del sofá, recibiremos en casa el pedido, que nos traerá un sudamericano, sin tener que ver a negros, gitanos, pakistaníes en la calle; ni aguantar la conversación de una dependienta. Y si después nos apetece una pizza, no hay problema, llamamos a una empresa de esclavos en bicicleta y todo resuelto.

Estas empresas, paradigma de la innovación y la emprendeduría para los gurúes de la economía, someten a sus trabajadores a un régimen de semiesclavitud, que describí en el artículo de este medio el 12-10-2019 Trabajo fantasma en las plataformas digitales, basándome en el libro de Mary L. Gray y Siddharth Suri, Ghost Work: How to Stop Silicon Valley from Building a New Global Underclass (Trabajo fantasma: cómo evitar que Silicon Valley construya una nueva subclase global) y en el Informe de la OIT Las plataformas digitales y el futuro del trabajo. Cómo fomentar el trabajo decente en el mundo digital de 2019. De nuevo el Estado español, hace dejación de funciones al permitir tal situación laboral, ya que nuestra Constitución «protege» unos derechos socio-laborales. Artículo 35: «Todos los españoles tienen el derecho al trabajo… a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia…»

Máquinas de fraude fiscal

Por último, me referiré a tales compañías como máquinas de fraude fiscal y de destrucción de la solidaridad social, especialmente en la UE, un auténtico coladero fiscal. En Irlanda Apple pagó una tasa del 0,005% sobre sus beneficios en 2014. Por cada millón, 50 euros. Alucinante. Mas, es práctica muy extendida en la mayoría de las grandes multinacionales en la UE, incluidas las españolas del Ibex 35. Es un ejemplo de deslealtad fiscal por parte de algunos países de la UE con sus socios comunitarios. Para reflejar esta situación publiqué en este medio el 11-5-2019 el artículo Por una justicia fiscal a nivel mundial.

Recurro de nuevo a la Constitución, yo me declaro profundamente constitucionalista, como Inés Arrimadas. Artículo 31. 1. Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero poco ha afirmó que el pequeño comerciante de la esquina paga mucho más que una multinacional tecnológica que factura 3 millones de euros. Confío que la crisis actual obligue a realizar una reforma fiscal profunda, que incluya un impuesto a la riqueza, a las transacciones financieras, a la banca y, por supuesto, a las empresas digitales.

*Profesor de instituto