Qué envidia da Grecia. Un domingo celebran elecciones y el lunes ya está ocupando el cargo de primer ministro el líder del partido ganador. Es verdad que ganó con mayoría absoluta, pero aunque así ocurriera en España o Aragón, no sería tan rápido. Habría que esperar al recuento oficial de votos, a si alguien presentaba algún recurso, a que se publicara en el boletín oficial, y después a que jurara el cargo. Es la dichosa burocracia española que retrasa, paraliza y, ahora, también bloquea la vida política y a la larga supone un frenazo a la actividad de un territorio. Y es que, en España llevamos desde el 28 de abril que fueron las elecciones generales con el Gobierno en funciones, estamos sin Presupuestos del Estado y si echamos la vista atrás se ve como desde la moción de censura de junio del 2018 no se ha podido hacer mucho, pero es que antes de ella a Rajoy le costó tanto o más (dos procesos electorales) ser investido presidente, y antes fueron las elecciones que sembraron de campaña toda la gestión política. Es decir, España está paralizada desde hace un montón de meses (y/o años). Pero en Aragón vamos camino de lo mismo. Sin tanto parón en el Ejecutivo de Lambán antes de las elecciones, pero sin olvidar que la DGA no tiene presupuesto para este año 2019 y que las elecciones fueron el 26 de mayo pasado y seguimos sin tener fecha para la investidura del presidente. Estas situaciones no las soporta en pie ninguna nación o territorio. (O sí).

Es evidente que hay que hacer algo para solucionar esta parálisis, pero resulta kafkiano que ahora los políticos vayan ya diciendo que tampoco es para tanto y ninguno se ponga de acuerdo con las fórmulas para salir de estos atolladeros. Demuestran que por mucho que digan les interesa sobre todo salvar sus intereses, propios y los de sus partidos. Lo de la ciudadanía y la territorialidad lo dejan para otros momentos. Hemos transformado la lucha contra el bipartidismo en un bloquismo, solo que como ahora hay que jugar con los intereses de muchos más colectivos, cuesta muchísimo más llegar a acuerdos. Y ahora se liarán en si hay que reformar la Constitución o no, en si interesa modificar una ley o algo más, en si para todos o solo para unos.... Más de lo mismo.

El modelo de los ayuntamientos es el mejor. Se celebran elecciones y a los 20 días se elige a un alcalde se pongan o no de acuerdo, porque si no lo hacen, el número uno de la lista más votada es el regidor. Mejor o peor, pero los ayuntamientos ya pueden gestionar. Sería bueno aplicar este sistema en todas las instituciones.

Aunque lo ideal sería, y es lo que se debería conseguir, que eligiéramos directamente al alcalde, al presidente del Gobierno central y al regional. Ese es el paso que hay que dar. Y como en algún modelo europeo, por ejemplo, si ninguno consigue el 50% de los votos, que haya una segunda vuelta entre los dos más votados. A la vez, podemos elegir los diputados, los senadores (si es que realmente esta Cámara legislativa todavía es necesaria, además de para poner en marcha el artículo 155 de la Constitución) y los concejales. Pero a las primeras autoridades, directamente. Y, eso sí, que no nos eternicemos con las tomas de posesión. Quizá es muy prematuro al día siguiente, pero tampoco hay por qué esperar un mes para que el ganador se siente en el sillón correspondiente.

Si los partidos nuevos venían a regenerar la política, deberían de empezar a tomar este tipo de decisiones. No puede ser que ahora se quiera poner freno a cambios en la Constitución o en la ley electoral, siendo que cuando esas formaciones políticas no estaban en las instituciones, o tenían escasa representación, lo pedían. Y los grandes partidos, los de siempre, deben ser conscientes de que 40 años después, la maquinaria hay que engrasarla para que funcione igual de bien.

Pero mientras esto llega, ni la situación del Gobierno de España ni la del de Aragón se puede prolongar mucho más y menos llegar a la repetición electoral. En las negociaciones hay que ceder. Unos y otros. Y parece claro que Pedro Sánchez y Javier Lambán deben liderar los dos ejecutivos y Podemos debe participar del acuerdo pero con ganas de que su participación aporte un punto más de izquierda, con moderación y sin llegar a romper. El bloqueo solo perjudica al desarrollo de los territorios y, centrados en la comunidad, Aragón no puede permitirse el lujo de seguir mucho más tiempo sin presupuestos y sin la estabilidad económica que da un gobierno. No en funciones.

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