Si perdemos algo o a alguien, estamos tristes porque lo teníamos con nosotros. Pero si no podemos disponer de lo que creemos poseer, nos enrabietamos llenos de cólera. Es uno de nuestros primeros aprendizajes. Los niños no tienen juguetes, los poseen. La palabra compartir encubre un significado diabólico ante el que los más pequeños responden como Linda Blair, la niña de 'El exorcista', cada vez que llegaba el padre Merrin. Luego la madurez, la educación, y alguna bronca que otra, nos enseña la diferencia entre tener y poseer. Tras la pérdida surge el duelo, que es el proceso de adaptación emocional ante la ausencia. Tiene unas fases, que van de la negación a la aceptación, pasando por el enfado, la negociación y la depresión. El duelo se elabora por pasos y transcurre desde que se produce la pérdida hasta que se supera. Aunque puede comenzar antes, cuando la pérdida se puede prever con antelación.

El duelo descubre aspectos muy personales. Como dice el escritor John Green, «el duelo no te cambia, te revela». Otras personas no asimilan el duelo y responden ante la pérdida con conductas autodestructivas, como el alcoholismo. Lo describía la columnista norteamericana Ann Landers (de nombre real Eppie Lederer): «A aquellos que beben para ahogar sus penas deberían decirles que las penas saben nadar». En cambio la pérdida de la posesión lleva a la ira. El machismo es la posesión por parte de quien se cree dueño de la mujer. No se tiene una compañera sino que se domina y, por lo tanto, se puede controlar porque se posee. Así una conducta posesiva lleva al delito. No nos engañemos, los machistas que agreden y matan a mujeres no son unos enfermos mentales sino unos delincuentes.

Existe el machismo político. El de quienes se comportan como si fueran los dueños de la patria y la legitimidad. Como piensan que el poder es suyo y lo poseen, no pueden asumir que la mayoría sea distinta y sume más para compartirlo de forma democrática y progresista. Lo hemos visto en el debate de investidura estos tres días de enero en el que las tres derechas nos han recordado Siete días de enero. Aquella película de Juan Antonio Bardem que rememoraba la matanza de los abogados de Atocha a manos de un grupo terrorista de extrema derecha en enero de 1977.

En ese filme se refleja el clima de agitación social de la época que mezclaba la violencia asesina de ETA, los GRAPO y la Triple A, con la resistencia del franquismo a dar paso a la democracia. Se vivían las movilizaciones de estudiantes y trabajadores, impulsadas por el PCE y CCOO, a favor de una nueva etapa de libertad. Entonces, la derecha del régimen intentaba provocar en la calle para justificar una intervención militar que acabara de «golpe» con la incipiente democracia. La respuesta masiva, pacífica y silenciosa de la izquierda en aquel entierro por los abogados asesinados, fue la mejor respuesta democrática. Las amenazas y descalificaciones lanzadas en el debate de investidura, intentan recorrer el camino contrario. Incendiar las instituciones para intentar que las llamas lleguen a la calle. Incluso pidiendo un nuevo golpe militar, como hizo el eurodiputado de Vox, Hermann Tertsch. La mejor respuesta a esas provocaciones tiene mucho que ver con la vivida en Madrid aquel 26 de enero de 1977. Hoy hablamos de diálogo, gobierno, responsabilidad y eficacia, desde la izquierda, para ofrecer ilusión y dar respuestas sociales e inmediatas a la mayoría con el BOE.

En Aragón, la confrontación en el Congreso ha provocado una nueva batalla de Teruel. Lástima que se la perdiera, por su ausencia en el debate, Javier Lambán. Siempre más ocupado en que parezca que no apoya a Sánchez, ni cuando lo apoya. O haciéndolo en modo Trump, es decir, a tecla de frío tuit sin ni siquiera un sonriente emoji. El diputado de Teruel Existe ha protagonizado una nueva versión de la película El último voto (Swing vote, 2008). Tomás Guitarte ha ejercido de Kevin Costner para reclamar toda la atención política y mediática hacia sus vecinos. Pero ha sido Adriana Lastra la que ha hecho de Madeline Carroll para guiar al novel diputado hasta la victoria del ya presidente. Tras tanta amenaza y boicot de pacotilla, la agrupación electoral debería cambiar su nombre por el de Teruel resiste. Y ya puestos, de cara al turismo, reconvertir las Bodas de Isabel de Segura en la leyenda de los votantes de Teruel, que vota ella y vota él. Ahí lo dejo.

‘Sauriazcón’ ha regresado a Zaragoza de sus vacaciones en Australia, junto a la Tierra Media, y se ha encontrado con un bumerán de protesta contra sus ajustes presupuestarios a las entidades sociales. ¿No sabe que las políticas de recortes se llevan más gobiernos por delante que las guerras de banderas? Pero sí sabe que es alcalde gracias al voto de la ultraderecha, a la hoy moribunda Ciudadanos y, sobre todo, a que el límite del 5% impidió a CHA tener concejales.

Son las reglas, pero en las elecciones del pasado mayo hubo una mayoría ciudadana de votos en la izquierda que hubiese hecho a Pilar Alegría alcaldesa. Los afectados por esta sangría social estarán mañana a las once en las puertas del ayuntamiento para poder tener y así compartir, no para poseer. Tienen más de mil alegaciones para defender su trabajo con las personas más desfavorecidas. Las razones se cuentan por millones.

*Psicólogo y escritor