Los jefes de Estado o de Gobierno de la Unión Europea (UE) abrieron anoche en Bruselas los contactos para proponer los nombres de los altos cargos de la UE, los nuevos presidentes de la Comisión Europea (CE) y del Consejo Europeo y el alto representante de política exterior. Para el cargo más importante, el sustituto de José Manuel Durao Barroso, el primer candidato es el luxemburgués Jean-Claude Juncker, del Partido Popular Europeo, la formación que ha ganado las elecciones, con 213 escaños. Pero la composición de la Cámara ha quedado tan fragmentada que nadie tiene mayoría y será difícil alcanzar los 376 escaños que dan mayoría absoluta. La segunda alternativa es el candidato del Partido Socialista Europeo, el alemán Martin Schulz, quien tampoco tiene fácil reunir una mayoría, aunque los socialistas (190 escaños) pacten con liberales (64), verdes (53) e izquierda unitaria (42).

Los grupos parlamentarios han propuesto a Juncker como primer aspirante a presidir la CE. El exprimer ministro de Luxemburgo ha manifestado estar dispuesto a asumir el cargo. Schulz, por su parte, también ha expresado su intención de iniciar los contactos para tratar de formar una mayoría. Juncker es, en teoría, el candidato de Angela Merkel --el lunes volvió a recordarlo--, pero la cancillera alemana no ha abandonado la ambigüedad que ya mostró durante la campaña electoral al aludir a que los tratados no obligaban a elegir al presidente de la CE de entre los candidatos de los partidos europeos que, por primera vez, se presentaban al electorado como tales. Merkel respaldó a Juncker, pero añadió que no solo se trataba de elegir nombres, sino también de hablar del contenido de las políticas. Y entre estas citó la competitividad, el crecimiento y la creación de empleo, casi las mismas palabras que utilizó Hollande (solo cambió competitividad por inversión) como las propuestas que iba a presentar a sus homólogos. Ojalá fuera tan fácil coincidir en las palabras como en las políticas que luego se aplican.

Pero las políticas, al final, las ejecutan las personas y ante una situación parlamentaria tan enrevesada cunde el temor de que los dirigentes que se sientan a la mesa del consejo europeo opten por una solución de compromiso que orille el resultado electoral del pasado domingo. Esperemos que no caigan en la tentación. Sería un grave error y una estafa a la democracia.