Por primera vez en la historia de la UE el nuevo presidente de la Comisión contará con el aval de los ciudadanos europeos. El Consejo Europeo proponía ayer al luxemburgués Jean-Claude Juncker, que fue el candidato del Partido Popular Europeo, la formación que ganó las elecciones del pasado 25 de mayo, para sustituir a José Manuel Durao Barroso. También por primera vez el futuro presidente ha sido objeto de unos ataques personales de una virulencia rayana en la obscenidad por parte de un país, el Reino Unido, y de su primer ministro que han puesto a la prensa (la llamada de calidad y los tabloides), en pie de guerra. El resultado ha sido una gran derrota para David Cameron que sabe que con Juncker al mando de la comisión la campaña británica de renacionalización, de adelgazamiento de los poderes y competencias de la UE a favor de los Estados, topará con un muro. El resultado de ayer, 26 votos a favor de Juncker y dos en contra, refleja el total aislamiento del Reino Unido. Cameron solo consiguió hacerse acompañar por el polémico dirigente derechista húngaro, Viktor Orban. Con el político luxemburgués al frente de la comisión, la Eurocámara, que debe ratificarlo el 16 de julio, gana en credibilidad. También gana el proyecto de integración. El nuevo presidente de la Comisión, europeísta de primera hora, es de los que cree que la UE tiene que ser mucho más que un simple mercado único. Es un convencido federalista europeo.

IMPULSOR DE RECORTES

Pero Juncker también tiene sus puntos negativos. La primera, su procedencia de Luxemburgo, país del que ha sido primer ministro y responsable de Finanzas, donde reina la opacidad financiera. Luego, como presidente del Eurogrupo durante ocho años, hasta enero del 2013, ha sido uno de los principales impulsores de los durísimos rescates impuestos a países como Grecia y Portugal y un defensor de la austeridad. Sin embargo, presionados por los dirigentes socialdemócratas de Francia e Italia, los líderes de la UE, sin renunciar al Pacto de Estabilidad y Crecimiento, han aceptado en la cumbre la necesidad de flexibilidad a la hora de aplicar la austeridad fiscal para impulsar el crecimiento. Juncker no es la savia nueva que muchos europeos desearían ver al frente de la Comisión, pero seguro que peor que Barroso no será.