A paso corto, dos adelante, uno para atrás, tratamos de caminar hacia lo que han dado en llamar nueva normalidad, sin aclarar lo que entienden por normal. Es comprensible que avancemos con más errores que aciertos, y no listaré las barbaridades cometidas por algunos, porque la responsabilidad es patrimonio de todos, de quienes tienen obligaciones y de quienes debiéramos entrenar la sensatez. Es lógico que se impongan medidas y luego las desdiga el BOE, porque la corrección no es un absoluto. A veces se quiere primar la salud y dañas la economía. No sé, fue anunciar que podían visitarnos 400 alemanes y declararse un brote en aquel país. Cómo iban a ponerlos en cuarentena en pleno vuelo.

Pensamos en voz alta y algunos en rueda de prensa. Decimos que el curso se abrirá con la mitad del aforo sin calcular que serán necesarias más aulas y más profesores. Si los niños van a clase dos días, ya me dirán cómo se las arregla una familia para conciliar. Es un ejemplo. Hemos visto que, con crisis o sin ella, lo que faltan no son hospitales, sino aquellos sanitarios que se perdieron desde el 2008.

Esto es un rompecabezas que requiere visualizar todas las piezas. Somos un país envejecido, qué se le va a hacer, precisamos centros y mucho personal para atenderlos. Superamos los tres millones de parados. Uno de cada cuatro niños vive en situación de pobreza. No es de extrañar que aceptáramos de buen grado la aprobación del ingreso mínimo vital, aunque sea una medida de choque que no resuelve la brecha social.

Si estuviera sin trabajo, agradecería esa ayuda, pero al siguiente mes, exigiría dignidad. Además de comer, necesito realizarme, ver que avanzo hacia algún lugar. Aceptaría cuidar ancianos o niños, por ejemplo. Y si me dijeran que no estoy cualificado, admitiría asistir a cursos que me formaran y me dieran oportunidades.

Todo requiere dinero, lo sé. Pero dinero hay, muy mal repartido, dicen. Vivíamos en un bucle que exigía trabajar mucho para gastar mucho ¿Para qué tanto? Algunos extremistas, dicen, propusieron un sistema fiscal que gravara a las grandes fortunas, pero ha sido paralizado y, de momento, se ceban en la pequeña nómina y en el autónomo. Tampoco hace falta una revolución hoy mismo, no vayan a irritarse los patriotas con domicilio en las Caimán. Pero todas las gotas son bienvenidas en una tormenta de ideas.

*Profesor