El Zaragoza ha experimentado una profunda transformación de la mano de Víctor Fernández. El técnico lo ha cambiado todo: las sensaciones, el estilo, el juego y los resultados. El equipo aragonés sigue en problemas, pero la desazón ha cedido el paso a una esperanza asentada sobre una serie de factores que han devuelto al Zaragoza a la vida.

1 El balón está por encima de todo

Es, sin duda, la gran diferencia respecto a la etapa de Lucas Alcaraz. Es el balón por encima de todo. No puede ser de otro modo con Víctor Fernández al mando. El técnico apuesta por el toque y la combinación. Por la acumulación de efectivos en la medular y la llegada desde atrás. La elección responde no solo al tipo de futbolistas de que dispone sino a una filosofía de vida. Víctor entiende el fútbol en vertical, sin especulaciones. El Zaragoza de Víctor ganó en posesión al Sporting en su casa (57%) y barrió al Extremadura en La Romareda (66%) y el equipo siempre quiso lo que debía hacer con el balón. No tiene el Zaragoza jugadores poderosos en físico ni capaces de aguantar un pase largo a la espera de incorporaciones. Esa vía no existe.

2 Guitián y la salida desde atrás

La llegada de Guitián al Real Zaragoza ha sido una bendición. Como se suponía, ha elevado considerablemente el nivel defensivo del Zaragoza. Seguro en el corte, siempre bien colocado y sin cometer errores, el cántabro ha aportado, fundamentalmente, una salida de balón aseada, limpia y capaz de superar líneas. Víctor le ha colocado junto a Álex Muñoz, el otro central de la plantilla con mejor pie. Nada de aquellos eternos pases en horizontal entre centrales, ni del pelotazo desde atrás en busca de nada. El juego comienza desde atrás. El atrevimiento que exige Víctor parte desde esa parcela.

3 Adecuada elección de futbolistas

El pragmatismo de Víctor reside en el buen trato al esférico, los jugadores con buen pie y la combinación como el camino más corto hacia el marco contrario. Nada más llegar prometió que su equipo no se iba a parecer en nada a lo que había hasta entonces. Y ha cumplido. Ni rastro de los tres centrales, ni de futbolistas convertidos en indispensables cuando solo eran útiles. Juegan los buenos. Los mejores. O los que Víctor considera que lo son. Por eso juntó a Álvaro, Pombo y Gual en su primer partido, cuando Alcaraz había dejado bien claro que esa combinación no era posible porque el equipo perdía equilibrio. Para Víctor, el equilibrio se consigue desde el balón.

4 La alegría vuelve al vestuario

Cada entrenamiento del Zaragoza era un funeral. Apenas duraron un par de días las buenas sensaciones que algunos futbolistas tuvieron cuando llegó Alcaraz. Porque el vestuario no acogió de buen agrado la llegada del granadino. Estaba a muerte con Idiakez, cuya salida fue muy sentida por los futbolistas, pero no sucedió lo mismo con Alcaraz. De hecho, daba la sensación de que la plantilla ansiaba un relevo. La falta de diálogo de Alcaraz, su nula complicidad y escaso conocimiento de lo que tenía entre manos le acabaron condenando. El mensaje de Víctor fue bien distinto. Menos huevos y más fútbol. Menos caras largas y más confianza en la plantilla y en sus cualidades. Víctor cree en sus jugadores y ellos creen en él.

5 Dos dibujos y ninguno es el rombo

El Zaragoza formó en 4-2-3-1 ante el Extremadura y en 4-1-4-1 en Gijón. Dos dibujos distintos en función de los jugadores disponibles y de las características del rival. Ni rastro de tres centrales ni del famoso rombo, una buena idea como filosofía de club pero que no debe imponerse a un primer equipo cuyo único objetivo es salir del fango y regresar a Primera. Víctor lo tuvo bien claro desde el inicio. James debe jugar más en el centro. Siempre lo ha hecho junto a Ros. Frente al Extremadura formaron el doble pivote y en El Molinón compartieron la parcela central por delante de Eguaras. Su rol es esencial porque ejercen de equilibrio perfecto. Juntan al equipo tanto en el plano defensivo como en el ofensivo. A la derecha, Guti aporta la dosis extra de trabajo.

6 La relevancia del cuerpo técnico

La intención de Idiakez era buena, pero el equipo se le cayó demasiado pronto. El bajón físico del Zaragoza alimentó las sospechas acerca de un mal diseño de la pretemporada y cuestionaba la preparación física de un equipo que no respondía y que echaba demasiado de menos a los lesionados. Cada ausencia era una tragedia y el equipo sucumbió presa de sus miedos e inseguridades. Con Alcaraz, el Zaragoza recuperó estado físico gracias a Chocarro, pero el andaluz nunca dio impresión de saber lo que quería. Víctor llegó al rescate sabiendo a dónde venía y con qué contaba, algo que ya le diferenciaba de aquellos. Y, además, exigió rodearse de gente de confianza, como Roberto Cabellud, una figura esencial para él. Junto a ellos, un segundo que ya tuvo como jugador, Loreto, y Chocarro. Al fin, un cuerpo técnico de garantías.