Con permiso de Leo Franco, incontestable líder del equipo en las duras y las maduras, Roger, que se ha metido el gol entre ceja y ceja en las últimas jornadas para aplacar la sequía de Henríquez, y Arzo, el paciente central que ha reeducado a la defensa para convertirla en una línea gruesa y expeditiva, Paco Montañés es el jugador más valioso del Real Zaragoza por su productiva omnipresencia en los diferentes aspectos del juego. El más eficaz del conjunto que empezó pidiendo auxilio perdido en un océano de dudas --las suyas también-- y del que, ahora, apunta con su proa hacia el ascenso por juego y resultados.

Montañés no es un futbolista delicado y casi todo su repertorio, a primera vista equivocada, se reduce a la explosividad de su esprint largo, una carrera que desmadeja a la mayoría de las rivales que le salen al paso. Potente y vertical, hay en ocasiones en las que arranca iluminado hacia la portería y al aproximarse al área sufre un apagón por exceso de conducción. Solo lleva dos goles incluso después de ocupar posición de segundo delantero, pero en su vértigo carnívoro y oportuno reside gran parte del éxito del despegue del Real Zaragoza. Cuando se lesionó, hubo que buscar alternativas poco convincentes como el trivote para paliar en lo posible su ausencia; al regresar después de una prematura reaparición contra el Numancia que alargó su convalecencia cuatro jornadas más de las previstas, volvió de nuevo la luz.

El sábado en Anduva no hizo su mejor partido. Sin embargo, dejó constancia de una personalidad futbolística de gama alta en esta categoría. El Mirandés le cosió a patadas y a faltas en zonas muy agradecidas por los lanzadores. En una, Víctor probó suerte desde la frontal y su lanzamiento se marchó por un suspiro. En la segunda, más lateral, el propio Víctor envió la pelota a la cabeza de Roger para que el punta marcara. Montañés tenía amoratadas las piernas y amplia la sonrisa por su condición de puente hacia la victoria aunque fuera a golpes.

Para entender la auténtica dimensión de su importancia basta con repasar su historial esta temporada, aderezada con asistencias y acciones desequilibrantes. En la época de vacas flacas, dio el pase a Roger en el empate contra el Hércules en el debut en la Liga y frente el Tenerife se estrenó como goleador y entregó el tercer tanto a Víctor. Uno de sus momentos cumbre lo protagonizó en el Iberostar, donde el Mallorca sufrió a un Montañés desatado e imposible de frenar. Tampoco la Ponferradina supo contrarrestar su influencia: Samuel marcó en propia meta acosado por Montañés y una falta sobre él dio la oportunidad a Víctor de sumar los tres puntos de parábola. En Riazor botó el córner que peinó Álvaro y Víctor convirtió en el 0-1.

Antes de ser clave sin brillo personal en Miranda de Ebro, en la visita a El Molinón firmó el 2-2 y provocó la expulsión de Iván Hernández para dejar al Sporting con nueve. Una semana después, en la visita del Alcorcón centró para la llegada de Roger que finalizó Barkero con el 1-0. Leo Franco lleva una corona, pero Montañés tiene su reino bien ganado.