Cualquiera que vaticinase el futuro del Huesca en su primera andadura en la élite nacional tendría el mismo éxito que los adivinos que echan las cartas del Tarot de madrugada. Desde que se consumó el ascenso, el equipo azulgrana ha sido maldecido con un par de velas negras. La primera, los resultados. El calendario señala casi el ecuador del pedregoso camino liguero y, por el momento, se aprecian más ganas que soluciones para evitar el sendero directo al purgatorio.

La segunda, las lesiones. Desde que arrancó la pretemporada con Leo Franco al frente, esas invitadas ingratas aparecieron por el campo de entrenamiento. La mano negra instalada en el club comenzó su particular criba con Chimy Ávila, a comienzos del mes de agosto. Una rotura muscular en el músculo oblicuo del abdomen le mantuvo fuera de los terrenos de juego tres semanas. Finalmente, el ariete pudo disputar sus primeros 20 minutos en la máxima categoría sobre el césped de Ipurua.

El siguiente en la lista de bajas fue Jovanovic. El mercado de verano daba sus últimos coletazos, y el club estaba al acecho de un guardameta que compitiera con Werner por adueñarse de la portería oscense. El serbio fue el elegido. Solo había un problema. El meta sufría una lesión muscular en el sóleo de su pierna izquierda. Se convirtió en nuveo guardián oscense y se recuperó pocas semanas después de la victoria en Eibar, aunque tuvo que esperar a que Francisco le diese la alternativa para afincarse bajo los palos. Conforme avanzaba la temporada, las obligaciones del Huesca aumentaban al mismo ritmo que la enfermería. El ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha de Luisinho obligó al portugués a despedirse de la temporada de forma precipitada.

Los soldados que cayeron a continuación fueron Brezancic, con una lesión ósea en el primer dedo del pie izquierdo, y Gonzalo Melero. La pubalgia del madrileño truncó la mejoría que comenzaba a mostrar el cuadro altoaragonés. Su ausencia es, quizá, la que más notó el equipo. Recuperarse bien de unas molestias en el pubis requieren tiempo, y la Liga no dio descanso a los oscenses en ese sentido hasta el pasado domingo contra el Real Madrid. Por otro lado, el Chimy Ávila volvió a ocupar una de las camillas de la enfermería junto al 8 azulgrana, poco después de la baja del medio. Esta vez, el ariete sufrió un golpe durante un entrenamiento que le produjo un cuadro inflamatorio con derrame articular en su rodilla derecha. ¿Resultado? 15 días más fuera.

Poco a poco, Francisco fue recuperando efectivos de cara a la eliminatoria de Copa ante el Athletic. El almeriense cruzó los dedos para que, a pesar de caer eliminados, los pilares de su arquetipo inicial no se derrumbaran. De nuevo, la suerte miró hacia otro lado. Semedo sufrió una subluxación del tobillo derecho que le mantendría apartado tres semanas. El técnico debía buscar nuevas fórmulas en la defensa para disputar el compromiso contra el Celta de Vigo. La batalla de Balaídos se cobró las bajas de Gallar, con una fractura en el cuarto dedo del pie izquierdo, y Akapo, afectado por una lesión muscular en el bíceps femoral del muslo izquierdo. Ambos siguen sin el alta médica.

No fueron los últimos. Dos jugadores más se unieron a ellos estos últimos días. Musto padeció una rotura muscular en el partido de vuelta de la Copa ante los bilbaínos, y Aguilera se dañó el recto anterior del muslo izquierdo contra el Madrid. El Huesca reza por que este colapso en la enfermería acabe cuanto antes.