El receptáculo con las muestras recogidas durante su misión por la sonda Genesis, que se estrelló el miércoles sobre el desierto de Utah, ya ha sido trasladado a una sala hermética y estéril donde se comprobará si las preciadas partículas de viento solar han sobrevivido o, por el contrario, se han perdido o contaminado irremediablemente. "Confiamos en poder recuperar los materiales --dijo ayer David Lindstrom, uno de los responsables de la misión--. La comunidad científica es optimista porque estaban implantados en unos colectores que se han recuperado". La NASA informó de que no podría pronunciarse definitivamente hasta pasadas 48 horas, como mínimo.

Lindstrom, no obstante, asumió que no sólo la sonda había quedado parcialmente destruida, sino también el receptáculo. "Tiene un reventón de unos 20 centímetros --añadió--. Y una parte de su contenido ha salido al exterior". Sean O´Keefe, administrador (jefe principal) de la NASA, recordó que la sonda había sido concebida para resistir impactos en caso de un aterrizaje fallido. Varios técnicos de la agencia espacial afirmaron incluso que los daños eran menores de lo que cabía esperar tras un impacto a 311 km/h.

PENDIENTES DE ANALISIS Las muestras permanecerán por ahora en la base militar de Dugway Proving Ground, cercana al lugar del accidente, según informó la NASA. Si resultaran útiles para la ciencia, serían llevadas para su análisis y conservación al Johnson Space Center de la agencia, en Houston.

Por otra parte, la NASA anunció ayer la creación de una comisión que investigará las causas del accidente, es decir, por qué motivo no se abrieron los paracaídas. En principio, son dos las posibilidades: un fallo en las baterías que alimentaban el disparador o un fallo en el sistema eléctrico. La misión tenía un coste total de 260 millones de dólares (215 millones de euros).