«Se encuentra acreditado que Félix Steven Manrique captó a la española Patricia Aguilar cuando ella contaba con 15 años, utilizando el engaño y luego la recibió, trasladó y retuvo. El procesado se presentó como una persona iluminada, la envolvió con sus ideas místicas y la enamoró con ese argumento para explotarla sexual y laboralmente, aprovechándose de su vulnerabilidad». En estos términos, se expresa la fiscalía de Lima (Perú) en el escrito de acusación por el caso de la joven ilicitana Patricia Aguilar, que fue rescatada por la policía en la selva, donde terminó viviendo en condiciones infrahumanas siguiendo al supuesto líder espiritual. La acusación pública pide 26 años y 8 meses de cárcel para Manrique en un escrito, al que ha accedido EL PERIÓDICO, presentado el 23 de enero ante la jueza del caso.

El supuesto gurú será juzgado por un delito de trata de personas cometido contra la española y otras cuatro mujeres peruanas a quienes convirtió en «esposas» de su harén sectario con el objetivo de someterlas a sus deseos sexuales y utilizarlas para que lo «sustentaran económicamente», según el ministerio fiscal, que tiene en cuenta tres agravantes que aumentarían la pena de prisión de Manrique: hay varias víctimas, son menores de edad y el acusado era su cónyuge o vivió con ellas. Además, también le imputan a Manrique otro delito contra la libertad en grado de tentativa por intentar captar sin éxito a una niña de seis años con el mismo fin.

La fiscalía peruana considera probado que Manrique se presentó «falsamente como un ser superior» ante Patricia y logró convencerla para que viajara a Perú con él. Una vez allí, «la recibió y se aprovechó de que estaba totalmente sola y solo lo tenía a él» para llevarla a vivir con él y otras mujeres. El escrito detalla los múltiples domicilios a los que Manrique habría trasladado a la española y el resto del grupo a lo largo de un año y medio.

SEXO SIN ANTICONCEPTIVOS

Durante el tiempo que Patricia y el resto de las víctimas vivieron bajo el yugo del falso gurú, Manrique «les hizo creer que en la medida en que tuvieran más relaciones sexuales con él, podían llegar a alcanzar un estado iluminado, convertirse en seres superiores y, en ese contexto y sin usar métodos anticonceptivos, ellas concibieron varios hijos con él». La última niña en llegar al grupo, la hija que Patricia tuvo con el gurú, nació en la selva «en las peores condiciones, habiendo asistido la madre solo a dos controles prenatales y siendo atendida tras el parto por una señora del lugar y no en un centro hospitalario», según recoge el escrito.