La Bolsa abrió con normalidad, incluso con cierta alegría. Portavoces empresariales sugirieron que lo mejor sería un pacto entre PSOE y Cs, que sumarían 180 diputados e irían sobrados. Analistas y voceros del centroderecha (desdiciéndose de lo dicho las dos últimas semanas) secundaron la moción. Pero entonces Arrimadas, desabrida, cogió el micro y aseguró que todo sigue como estaba: de acuerdos con el socialista, nada de nada. Más tarde se supo que Rivera ni siquiera ha llamado a Ferraz a dar la enhorabuena. Sánchez y los suyos, por supuesto, encantados. Siempre podrán decir que los otros ni les dieron opción.

Los pactos van a dar que hablar durante semanas, porque con las elecciones europeas, autonómicas y municipales por delante, el tiempo muerto es obligado. De hecho, en el PP dan esa excusa para justificar que Casado siga al frente del barco. No se puede abandonar el timón en medio de la marejada. Aunque, claro, el problema radica en que la próxima cita con las urnas el 26-M se presenta cada vez más fea para la vieja y vapuleada derecha. No son lo mismo unos comicios que otros, pero los del pasado domingo condicionarán los que están por venir. En Cs dan por sentado que mejorarán su resultado en las grandes ciudades y darán otro paso en pos de su objetivo: ocupar al completo el espacio de la derecha, hacerse con la parte correspondiente del centro, dejarle a Vox el papel que tuvo la AP de la Transición y certificar la defunción del PP.

La derecha está muy alterada. Porque ahora llega el momento de culpabilizarse mutuamente del desastre. Rivera y Abascal, cada uno por su lado, pueden sacar pecho, aunque desde Génova les acusan de haber provocado una división letal en el conservadurismo. Entre unas cosas y otras, todos ellos, el perdedor y los supuestos ganadores, se han quedado en una situación rara.

LA ESTRATEGIA DEL PSOE

El PSOE ha recuperado mucho terreno, pero no podrá gobernar si no logra apoyos parlamentarios estables. Creen que tienen mucho donde elegir, y por ello se pueden permitir el lujo de barajar distintos socios. Ofrecerán a Unidas Podemos la posibilidad de colocar en cargos significativos a independientes próximos a la formación de Iglesias-Garzón. ¿Será suficiente?

Tampoco resultará sencillo entenderse con los secesionistas catalanes, muy crecidos tras su éxito dominical. Es verdad que en Cataluña los votos independentistas, aunque aumentaron de manera espectacular, siguen siendo bastantes menos que los no independentistas (si incluimos en esta categoría a los comunes). Pero Esquerra ha ganado de calle y tendrá un nutrido grupo parlamentario. Algunos observadores creen que los buenos resultados de los partidos periféricos contribuirán a normalizar el diálogo para resolver los contenciosos territoriales, relajar los debates e ir poniendo fin al juego del gallina que han sostenido nacionalistas centrífugos y centrípetos. Está por ver.

Más evidente resulta el hecho de que las derechas españolistas, el frustrado tripartito, han desaparecido o son irrelevantes en la política de Cataluña o Euskadi. Y eso sí es un gran problema. PP, Cs y Vox no tienen un solo diputado por las circunscripciones vascas. PP y Vox, solo uno por las catalanas, donde la mayor presencia de Cs se ha demostrado perfectamente inútil.

¿Se puede gobernar España sin tener algún peso en dos territorios tan importantes? La pregunta flota en el aire. Queda por ver qué pasa dentro de un mes. Entonces será cuando se concreten los pactos.