En ocasiones, para avanzar hay que mirar atrás y aprender de lo que ya casi parece olvidado. La cesta de mimbre, la botella de vidrio o el envase metálico, recipientes que hace unas décadas reinaban en los hogares, pueden volver a un lugar privilegiado -junto con nuevos materiales- en detrimento de la que ha sido la reina del transporte de la compra durante los últimos años: la bolsa de plástico de un solo uso. A partir de mañana, los establecimientos comerciales no podrán entregar de manera gratuita estas bolsas a sus clientes, salvo algunas excepciones.

La medida surge del Real Decreto 293/2018 y tiene como fin la reducción del consumo de plásticos. También, sensibilizar a la población española, un país donde, según Ecoembes, se consumen 4.818 millones de bolsas. Si se fija la vista en Aragón, la entidad estima que la cifra supera los 133 millones de unidades (el 2,76% del consumo nacional). En concreto, esta prohibición afectará a todas las bolsas de cualquier establecimiento, incluidos aquellos que realizan sus ventas por internet o los de reparto a domicilio. Eso sí, podrán entregarse de forma gratuita las bolsas muy ligeras que se utilizan para los productos a granel o aquellas con un espesor igual o superior a 50 micras que contengan un porcentaje de al menos el 70% de plástico reciclado, según recuerdan desde la Unión de Consumidores de Aragón (UCA).

Para comprender el impacto de este producto en la naturaleza, cabe destacar que las bolsas tardan entre 100 y 500 años en descomponerse totalmente, mucho tiempo para un producto que solo se utiliza una vez en el 89% de los casos y que tienen una media de uso de entre 12 y 25 minutos.

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«El plástico se acaba atomizando y no se biodegrada, queda acumulado como contaminación difusa. Es un tema que tenía que llegar tarde o temprano, no se puede seguir este ritmo», destaca el delegado territorial de SEO/Birdlife en Aragón, Luis Tirado.

Sin salir de Zaragoza, el naturalista nombra el caso del vertedero, donde resulta imposible gestionar las bolsas de plástico en los días de cierzo. Esto produce «kilómetros de estepa a las afueras del PTR totalmente llenos de bolsas». En el mismo núcleo urbano, recuerda el caso del rastro, donde los miércoles y los domingos se acumulan estos recipientes en las vallas que dan a la avenida de Ranillas. Sobre ambas situaciones, juzga que, a pesar de que se intenten hacer bien las cosas, resulta muy difícil evitar estas afecciones.

Fuera de la ciudad, Tirado detalla algunos efectos de las bolsas sobre la fauna. Por ejemplo, que se enreden a la cabeza de mamíferos y aves, lo que puede provocar su muerte, o que las cigüeñas se las coman al confundirlas con una culebra, si la bolsa está despedazada o estirada. Pero, sobre todo, subraya la importancia del impacto de las micropartículas de plástico en el mar, «que son ingeridas hasta por el ser humano y que se acumulan en los tejidos. Eso es mucho más peligroso para la salud de la fauna y de las personas», realza. Por todo ello, Tirado califica como «excelente» la medida y sentencia: «El tema de las bolsas no solo ha sido por la afección a la naturaleza, sino por nosotros mismos».

El cobro de las bolsas en caja es una medida que ya se viene aplicando en las grandes superficies desde hace casi una década. Desde la cadena de supermercados Eroski recuerdan este hecho, que se ha traducido en la reducción del número de bolsas que disponen. En ese sentido, precisan que actualmente entregan 7,7 toneladas de bolsas en la comunidad y que disponen desde hace tiempo de otras reutilizables de materiales como la rafia. Además, añaden que incorporarán soluciones como la bolsa compostable, la de plástico reciclado en un alto porcentaje o las fabricadas en papel. Un punto de vista similar al de Auchan. Desde esta cadena de hipermercados francesa señalan que ya están trabajando para buscar una solución sostenible a las bolsas de plástico.