El famoso eslogan "Un, dos, tres, picadora Moulinex" todavía permanece hoy en la memoria de muchos vecinos del Somontano de Barbastro, que han vivido más de 25 años estrechamente unidos a esta marca de prestigio. El anuncio del inminente cierre de la fábrica, que a finales de los años 70 catapultó el impulso industrial de la zona, ha provocado un cortocircuito en los sueños de una generación que, por entonces, disfrutaba de los primeros años de democracia.

"Para las mujeres la llegada de Moulinex supuso una oportunidad excelente, porque teníamos un salario equiparable al de los hombres y mejoró nuestro poder adquisitivo", recuerda Raquel (nombre ficticio), que entró en la planta en 1978, con un sueldo de 8.000 pesetas al mes. Por entonces, la factoría de Barbastro tenía algo más de 100 empleados, en su mayoría mujeres, algo que supuso "una revolución social para la comarca", dice Raquel.

La fábrica de pequeños electrodomésticos comenzaba a dar sus primeros pasos y las perspectivas eran muy optimistas. De hecho, en los momentos de mayor producción llegaron a trabajar en ella casi 800 personas. Fueron unos años en los que se fabricaban secadores, tostadores, cafeteras, hornos, licuadoras, batidoras, entre otros. Es decir "una amplia gama de productos, ya que exportábamos a muchos países", comenta con nostalgia Isabel.

Sin embargo, los problemas se han multiplicado a partir del cambio de siglo y las esperanzas de reactivar la fábrica se vinieron abajo el pasado 20 de abril cuando la dirección del grupo SEB-Moulinex puso fecha de caducidad a un proyecto que arrancó en junio de 1976.

LOS COMIENZOS El desembarco de Moulinex en Barbastro se produjo en un momento en que la actividad económica de la comarca se sustentaba en la agricultura, la necesidad de regadíos, las industrias transformadoras y el pequeño comercio. En 1976, la capital del Somontano contaba con 13.400 habitantes. Por entonces ya había cristalizado el polígono industrial Valle del Cinca , donde finalmente se ubicaría Moulinex. Pero, de forma provisional, la multinacional contó con unos locales en la calle Ramón y Cajal, en plena zona urbana, con el fin de formar al personal antes de su traslado al polígono industrial.

El alcalde en aquellos años era Manuel Gómez Padrós (ya fallecido), que cerró el traslado. Al principio la fábrica contó con 30.000 metros cuadrados y fue una de las empresas que se acogió a los beneficios de zona de preferente localización industrial del Valle del Cinca.

Raquel recuerda que "mucha gente de la comarca nos fuimos a Barbastro", porque junto con la empresa Brilén "se había convertido en el mayor foco de empleo". Tanto fue así, que la corporación encabezada por Francisco Viú, en 1984, facilitó una ampliación. "Llevamos una propuesta a pleno para que, sin concurso público, se adjudicarán dos hectáreas de terreno para la fábrica", recuerda Viú. El precio fue simbólico: 200.000 pesetas. En ese momento "era necesario hacer un esfuerzo, y se hizo por unanimidad", lo que permitió la incorporación de 200 trabajadores más.

Eran otros tiempos, destaca Viú, porque "la empresa cumplió su palabra y amplió su plantilla". Así, en 1985 Moulinex, Brilén y el Hospital comarcal de Barbastro "dieron un nuevo vuelco a la ciudad, que se notaba en el desarrollo económico y el bienestar", afirma el ex edil. En sólo diez años la población de Barbastro creció en 2.000 personas.

La actividad industrial vivía sus momentos de mayor apogeo. "Nos daba para ahorrar, gastar y divertirnos", apunta Elena, quien mantiene en la memoria la estabilidad laboral de entonces: "las crisis que podía haber nos resultaban ajenas. Ahora nos damos cuenta de que el cierre de Barbastro es como si cerrara Opel en Zaragoza".