La nueva ordenanza canina de Zaragoza, que sustituye a otra de 1994 que se había quedado anticuada, tiene sus principales valedores en los voluntarios de Protección Animal. Estos ciudadanos desinteresados se encargarán de que el resto de los zaragozanos, con perro y sin él, aprendan los artículos de la normativa.

"Nuestra función es informar a los ciudadanos con perro de lo que pueden y de lo que no pueden hacer", explicó ayer Antonio Nogués, uno de estos voluntarios.

"Somos muchos y formamos grupos y ahora estamos recibiendo cursillos para conocer más a fondo nuestra labor", señaló Nogués. "Entre otras cosas, se dan charlas sobre temas concretos y se organizan visitas a la perrera municipal".

Por otro lado, María José Laguardia, otra voluntaria, hizo hincapié en los efectos terapéuticos que tiene la dedicación a la protección de los derechos de los animales.

"Este trabajo es ideal para aquellas personas que sufren alguna enfermedad", manifestó. "Te obliga a salir de ti mismo, a hacer algo por los demás, y eso es muy bueno".

Nogués, por su parte, subrayó el impacto beneficioso que puede tener la posesión y la atención a los perros sobre las personas que padecen algún tipo de enfermedad mental. "Existen estudios que dicen que son una forma buena de curación", aseguró el voluntario.