Las cifras casi marean pero un proyecto tan emblemático como el de la Expo requiere una inversión en la que no se puede racanear ni un euro, porque no hay que valorar sólo la capacidad de transformar el meandro de Ranillas en un espacio de futuro y desarrollo, sino lo que supone de revolución urbana para toda la ciudad. La idea, la metáfora de la que hablamos, puede ser una realidad construida y entonces habrá que poner el dinero con la generosidad que el proyecto merece, aun cuando las cuentas aclaran de antemano que los ingresos sólo cubrirán algo más de la mitad del coste. Los redactores del proyecto han trabajado con precios reales y han especificado hasta la negociación del alquiler de los pisos que se construirán en un suelo que ahora es industrial y que se recalificará al amor de la ocasión. La generosidad que se exigirá a las administraciones públicas tendrá que servir como referente en todas las operaciones privadas. Todo tiene que ser claro como el agua clara.