Unidas Podemos ha identificado al enemigo del pueblo soberano. Era preciso que lo hiciera, ya que su discurso, muy intelectual, corre a veces el riesgo de perderse en sutilezas de profesor de Economía de la Escuela de Fráncfort. Y el enemigo es triple: la gran banca, las grandes corporaciones y las grandes fortunas.

Los «molinos de viento» contra los que combatió Don Quijote, como los personalizó ayer Yolanda Sánchez Serrano, candidata al Senado por la formación morada. O «los fachillas», como sintetizó Pablo Echenique, cabeza de lista al Congreso.

Ambos intervinieron ante varios centenares de seguidores en el mitin de cierre de campaña, en Zaragoza Activa, a la sombra de dos poderosas chimeneas, hace años paradas, que ponían un decorativo marco obrero e industrial al relato de la formación de Pablo Iglesias.

Un relato donde los podemistas emergen con la palanca con la que van a mover el mundo, elecciones mediante: la Agencia Tributaria. Su objetivo es alcanzar la justicia y la igualdad social, hacer de España, a ser posible, un país más escandinavo que latinoamericano, justo es reconocerlo. Y el dinero para conseguirlo va a salir de los defraudadores de Hacienda y de los evasores fiscales, explicaron. De los (muy) ricos en general.

El camino de esta revolución es complicado y largo, produce vértigo, por no decir miedo, en los que no piensan como ellos. Pero, como coreaba el público ayer, una vez tras otra, en cada pausa: «¡Sí se puede, sí se puede, sí se puede!». Mucha de esta gente había acudido a Zaragoza Activa, en la Margen Izquierda, con la intención de oír hablar a Juan Carlos Monedero, ideólogo y fundador de Podemos, una original mezcla de historiador y showman televisivo.

Entre los seguidores que le aclamaban había de todo. Gente mayor, joven y de mediana edad. Hombres y mujeres. Y tenían todos un aire de familia con su ropa deportiva, sus zapatillas de senderismo y los bolsos en bandolera. Algunos llevaban gorras con visera que recordaban a Lenin y que, más que una prenda para cubrirse la cabeza, parecía una orgullosa seña de identidad personal, una proclama ideológica.

Daba la impresión de que habían acudido al mitin andando o en bicicleta, con una mochila a la espalda, si acaso en transporte público, en la línea Ci1, nada de coche. Había algo informal en ellos, como el pelo largo y la ausencia de atildamiento, que hacía difícil verlos de solícitos empleados en una oficina convencional. Era más fácil imaginárselos entrando y saliendo de un centro de enseñanza de cualquier nivel; merodeando por las bibliotecas de la red pública (su adjetivo mágico) para sacar en préstamo libros escritos por autores de su cuerda; leyendo concentrados la edición española de Le Monde Diplomatique; rearmándose ideológicamente en todo momento.

SOLO UNO CON CORBATA

Marta Abengochea, segunda al Congreso por Unidas Podemos, caldeó el ambiente antes de la intervención de Monedero, que curiosamente era la única persona en la sala que llevaba chaqueta y corbata, sin por ello encajar en el perfil de político formal del Partido Popular.

Abengochea atacó el machismo, el patriarcalismo, el capitalismo y la corrupción y salió en defensa de la educación pública, la sanidad pública, el laicismo y los migrantes.

De forma que Monedero, cuando entró en acción, tenía ante sí un auditorio inquieto, militante y comprometido con la causa al que puso a prueba con un rápido paseo por la historia en el que salieron a relucir, saltándose el orden temporal, la Armada Invencible, la Guerra Civil, la Comuna de París, la Transición, la Restauración, la Gloriosa Revolución de 1868, la momia de Franco, la monarquía borbónica y figuras intelectuales como Jovellanos y Ortega y Gasset.

A ratos era complicado seguirle en su recorrido histórico por los bruscos cortes temporales. Es posible que más de un asistente deseara entonces tener una formación humanista más amplia, unos conocimientos culturales más profundos, más sesudas y variadas lecturas.

PATRIOTISMO FISCAL

Con todo, cuando consideraba que había subido lo suficiente por la montaña del saber, Monedero regresaba momentáneamente al campamento base y contaba elaborados chistes propios de El club de la comedia, todos con agudas connotaciones políticas. Así daba un respiro y hacía reír a los que le seguían con la lengua fuera en su extenuante excursión por la historia de España.

En su faceta de actor, imitó la voz atiplada de Franco y arremetió contra el presidente en funciones, al que tildó de «arrogante» antes de espetarle: «¡Tú de socialista no tienes absolutamente nada, Pedro Sánchez!».

Ni Juan Carlos I ni Felipe VI se libraron de sus dardos y pidió que el dilema entre monarquía y república se resuelva con un referéndum, solución que también invocó para Cataluña, no sin antes elogiar el papel vertebrador de Ada Colau en la sociedad catalana.

Pero lo mejor fue cuando criticó el patriotismo «de la bandera» de España, en el que ve una forma de ocultar «lo que roban los ricos», y al que Unidas Podemos opone un patriotismo fiscal, una forma de ser español consistente en que cada cual pague a Hacienda lo que le corresponde, empezando por la gran banca, las grandes empresas y las grandes corporaciones.

Contra ellas Monedero sacó de nuevo al Caballero de la Triste Figura, que en su locura las toma por gigantes, hasta que Sancho, «que es el pueblo», le saca del error y le dice que, en realidad, lo que parecen molinos de viento no son sino los enemigos de la gente llana.

Cervantes, sin saberlo, sin sospecharlo siquiera, había creado a los dos primeros militantes de Unidas Podemos de la historia.