El Zaragoza se salva. Eso dice la fría palabra de las estadísticas. Si Víctor Muñoz suma puntos al mismo ritmo que lo hizo en Villarreal, su único referente en Primera como técnico, el conjunto aragonés lograría por los pelos la salvación. Los cálculos reflejan que en 77 partidos al mando del equipo castellonense, el entrenador zaragozano capturó 27 victorias (36%), 20 empates (25%) y 30 derrotas (39%). La suma de estas cifras dicta que Víctor ha canjeado 101 puntos de 231 posibles (43,7%) en Primera. Si no reduce esta velocidad, y sabiendo que restan 18 jornadas (54 puntos) por jugarse en el campeonato, el Zaragoza añadiría 23 a su cuenta y, adheridos a los 20 que ya posee, cerraría la temporada con 43, uno más del umbral en el que se ha calculado la permanencia.

Villarreal es la única referencia con fidelidad desde la que el zaragocismo puede valorar el trabajo de Muñoz. Pero los puntos de simetría son casi invisibles. Víctor nunca se probó en El Madrigal el salvavidas que deberá estrenar en La Romareda. En sus dos temporadas completas en el club levantino (00-01 y 01-02), el técnico trepó a la quinta plaza en la primera y en la siguiente se conformó con la decimoquinta, lo que, junto a la fracturación del vestuario y la decepción de la Intertoto (perdió el pase a la UEFA ante el Málaga), inició su despedida del Villarreal. Fue destituido de forma fulminante a la siguiente campaña tras empatar (2-2) con Osasuna en la primera jornada y caer en la Copa ante el Hércules de Segunda B (2-1).

Bautismo amargo

Antes de saltar a los ruedos de Primera, Víctor se curtió durante cinco temporadas en Segunda. Cimentó su fama de técnico meticuloso y amante del juego ofensivo en Mallorca, Logroño y Lleida. Su currículo cifra en total, contando Villarreal, 204 apariciones en Liga. El balance absoluto de resultados se decanta en favor de las victorias. El zaragozano ha logrado 82 triunfos (40%), 56 empates (28%) y 67 derrotas (32%).

Su bautismo en los banquillos fue consagrado con agua bendita. Su debut no pudo ser más espectacular. En 1995, tomó las riendas del Mallorca en Segunda tras la destitución de Mané (jornada 22) con el equipo décimo. En diecisiete semanas lo elevó a la tercera plaza, valedera para la promoción sin perder ni un partido (11 victorias y 6 empates). Se jugó el ascenso ante el Rayo y su primera derrota profesional (2-0 en Vallecas, tras ganar 1-0 en el Lluis Sitjar) le apartó de Primera. A la siguiente temporada todo rodaba a la perfección, pero tras empatar en casa con el Ourense, fue destituido sorprendentemente cuando el Mallorca era líder.

Decepción en Las Gaunas

Su crédito en la isla le llevó a Logroño (97-98), su gran decepción como técnico. Fue cesado en la jornada 19 con 14 puntos y el equipo en descenso. Un año después (98-99), el Lleida le brindó otra oportunidad. Lo cogió en la jornada 28 y sin firmar una gran campaña se ganó la continuidad. El quinto puesto final en el siguiente campeonato le valió la alternativa en Primera con el Villarreal.