Lejos del trasiego y del ritmo más acelerado del centro de Zaragoza, un pequeño bar que ocupa el tamaño similar al taller de una casa busca hacerse un hueco con su visión alternativa del negocio. Le Petit Coin es un espacio que “no se encorseta a nada”, salvo al gusto de sus dueños. La letra pequeña es que ese gusto es lo suficientemente amplio y variopinto como para que otro lugar de la ciudad pueda aspirar a replicarlo.

“Nuestro espacio es mucho de vivir y sentir”, resume Susana Gómez, una de los dos socios que dan vida a este negocio que nació a finales de 2018 en el paseo Ruiseñores. El otro es Jesús Petit, la persona que regentara en otro tiempo el pub Interferencias, uno de los imprescindibles de la música en directo en el pasado reciente de la capital aragonesa. El denominador común entre el ayer y el hoy es la cultura.

Y es que en Le Petit Coin, la música, la pintura, la fotografía o la literatura tienen presencia continua. "Siempre hemos tocado diferentes palos. Mantenemos una exposición permanente que rotamos cada dos o tres meses y donde ofrecemos cosas que nos apetecen y gustan. Pintura abstracta, realista, también ilustraciones... ahora, por ejemplo, tenemos una sobre la madera", contextualiza Gómez.

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Le Petit Coin, un rincón que funde hostelería y cultura en Zaragoza ANDREEA VORNICU

En este terreno de la búsqueda de la identidad propia, los libros juegan un papel muy especial. "Aquí tenemos nuestra biblioteca personal. Como no los prestamos, hay clientes que cuando vienen se los van leyendo". Un rincón capaz de reunir en un puñado de metros cuadrados a Steinbeck, Stendhal, Gorki, Lope de Vega o las obras completas de personajes tan variopintos como Santa Teresa de Jesús, Blasco Ibáñez, Tolstoi o Shakespeare. Y a ello se suma una de las joyas de la corona: la programación literaria. "Petit está muy vinculado con la escritura y todos los meses tenemos presentaciones de libros y un club de lectura. Es algo que la gente valora mucho, porque agradece poder charlar con el autor cara a cara".

"Preparadores de momentos"

Este puede ser el reflejo más fiel de los creadores, pero no el único. De hecho, el toque personal lo impregna todo, aunque el cliente no sea del todo consciente. Por ejemplo, con la música. "Hasta el mediodía solo ponemos música clásica porque es lo que nos apetece y lo que nos pide el cuerpo. Luego ya cambiamos". Gómez es clara con la filosofía que siguen en este sentido: "Somos súper eclécticos. Como nos apasiona la ópera, todos los meses organizamos ciclos con una soprano y, antes de la pandemia, hacíamos conciertos adaptados al espacio que tenemos. Buscamos diferentes estilos, pero con la premisa de que aporte calidad; el ambiente que se forma es muy bueno".

También en lo elemental, en su actividad como bar, su declaración de intenciones es firme: "Nos gusta recuperar el momento en torno a a una mesa para conversar, comer, beber, escuchar buena música, mirarnos...por eso somos solo 'preparadores' de esos momentos, con la cocina de algo rico que compartir", se puede leer en una de sus cartas. Comida con intención.

"Los tiempos nos han obligado a vivir día a día, en el corto plazo. Nuestra asignatura pendiente es disfrutar de forma más tranquila y poder crear nuevos eventos sin pensar qué va a pasar dentro de dos meses"

Y es que, por encima de todo, el clima importa. Le Petit Coin aspira a ser un espacio "diferente, multidisciplinar y multicultural". Así lo verbaliza Gómez, que pretende huir de cualquier etiqueta, "clichés y postureos". "Aquí se acerca gente de lo más variopinta, desde señoras de 80 años a chavales de instituto", asegura, poniendo en valor toda la programación que configura la fisionomía del establecimiento, sí, pero también su adaptación a cada momento del día: "Aquí puedes desayunar, tomarte un brunch, el almuerzo, merendar, cenar... pero también tomarte una copa de cerveza después de trabajar".

¿Es viable este modelo? Sí, a juzgar por la acogida que tienen sus actividades, según asegura una de sus dos impulsoras. Es consciente, eso sí, de que el no estar un lugar de tránsito puede resultar un debe, por eso deben aprovechar otro tipo de coyunturas. La pandemia -que ha condicionado dos tercios de su existencia, con los cambios normativos y restricciones- también ha puesto otra piedra en el camino comenzado hace algo más de tres años. Por eso, con un ojo puesto en el futuro, el mensaje parece el único posible: "Tener tranquilidad. Los tiempos nos han obligado a vivir día a día, en el corto plazo. Nuestra asignatura pendiente es disfrutar de forma más tranquila y poder crear nuevos eventos sin pensar qué va a pasar dentro de dos meses".