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LA TRIBU DE LA NIEBLA

Los antropólogos americanos Kathleen O´ Neal y W. Michael Gear novelan el fabuloso pasado de los indios algonquinos

En los últimos tiempos editoriales estamos asistiendo a un cierto boom de novelistas antropólogos, capaces, gracias a sus conocimientos científicos, de servir a los lectores un producto riguroso, emanado de la investigación empírica y, al mismo tiempo, si está bien escrito, atractivo al lector.

Es el caso de La Tribu de la Niebla , la última y exitosa novela "antropológica" escrita al alimón por Kathleen O´Neal Gear y W. Michael Gear. Ambos científicos han venido destacando por sus excavaciones y estudios de las culturas primitivas norteamericanas, así como por una lucha verdaderamente sin cuartel --a menudo contra la indiferencia de las autoridades--, orientada a la divulgación y conservación de su legado histórico.

El argumento de La Tribu de la Niebla nos sitúa en la Bahía de Chesapeake, setecientos años después de Cristo. En aquella época en que la historia americana antigua se conoce por periodo "misisipiano". El Misisipí, que da nombre a la era, estaba habitado por la Tribu del Río; los bosques centrales, por la Tribu de los Lagos; el sureste, por la Tribu del Silencio.

Los algonquinos de Chesapeake, protagonistas de la novela de O´Neal y Gear, lindan con la tierra de los susquehannocks, al norte, y con el pueblo appamattuck, al sur.

Una trama de sangre y venganza, con abundantes dosis de intriga y, siempre, como subyacente al texto, una larvada violencia, tan natural como los salvajes escenarios por los que discurre la acción, sirve a los autores para enriquecer el texto con sucesivas y ajustadas descripciones de la vida diaria, de las costumbres, credos y mitos del pueblo algonquino.

La pubertad, por ejemplo, exigía la aplicación de un ritual muy próximo al sacrificio. "En la ceremonia huskanaw se mataba al niño que había sido en otros tiempos. Le habían tatuado la piel, y el sacerdote le había matado con una vara de Poder, arrancando de su cuerpo el alma de niño. Le pintaron de negro como un cadáver y se entonaron cánticos fúnebres. El sacerdote le hizo levantar a latigazos, le salpicó con agua y envolvió en humo de tabaco para purificarle. Luego le limpiaron la pintura negra para volverlo a pintar de rojo con raíz de sanguinaria, y ungirlo con grasa de oso. Y donde antes había un niño, había nacido un hombre".

Como sucede, en general, con las buenas novelas históricas, una espcialidad, por cierto, que cuenta en España con un público numeroso y fiel, hay un momento en que el lector, trasladado sin barreras a la época original, llega a convivir con Nudo Rojo, Mazorca de Piedra, Sauce, Pantera, Zorro Alto y demás héroes y heroínas de la Tribu de la Niebla, amenazada por los deseos de conquista de los pueblos vecinos. En la corporativa pluma de los arqueólogos, la lucha por su supervivencia adquiere tintes dramáticos, ecos de una épica común a otras culturas aniquiladas y perdidas en el túnel de la historia.

Una buena introducción literaria al todavía muy desconocido, y poco valorado por los wasps , indigenismo americano.

*Escritor y periodista

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