Los primeros integrantes de la brigada española desplazada a Irak recibieron ayer una triste despedida en Pontevedra y Zaragoza. Ni altas autoridades del Estado, ni despliegue en directo de los medios de comunicación... Por orden de la superioridad, ni siquiera las propias familias de los militares pudieron estar presentes en este acto tradicionalmente abierto y cordial. A diferencia de lo que pasó cuando las tropas salieron hacia Bosnia, Kosovo o Afganistán, la expedición a Irak ha sido convertida por el Gobierno español en una acción unilateral, vergonzante y dispuesta al margen del tradicional respeto por la legalidad internacional que venía caracterizando las misiones en el exterior de nuestros ejércitos.

Lo sucedido ayer tiene que ver sin duda con la desconfianza hacia los actos multitudinarios que se detecta en el Ministerio de Defensa tras el accidente del tristemente famoso avión ucraniano. Pero hay más: aunque Aznar no cesa de afirmar que ésta de Irak es una misión como las otras , todos sabemos (incluso el Gobierno) que no es así; que esta aventura en el desierto nos sumerge de lleno en la ocupación armada de Irak y entraña riesgos muy altos. Por eso ayer no hubo luz, taquígrafos ni familias.