Octubre ha sido intenso en la larga y constante lucha de los aragoneses contra la amenaza del trasvase del Ebro. Quienes tenemos el honor y la responsabilidad de estar en primera línea, oponiéndonos a esta hipoteca de futuro, hemos tenido ocasión de exponer en varios foros las razones poderosas que nos animan en esta oposición al Plan Hidrológico Nacional. En el XI Congreso Mundial del Agua, celebrado en Madrid, el Instituto Aragonés del Agua tuvo una destacada presencia. El director, Alfredo Cajal, expuso con meridiana claridad que la supuesta división entre una España húmeda (en la que estaría Aragón) y otra seca es una falacia. La ciencia no engaña ni se puede manipular.

La voz de los aragoneses ha estado también muy presente en Bruselas. Aragón fue la única comunidad autónoma invitada a la reunión técnica que debatió sobre los caudales del Ebro. En esa reunión, quedó patente que el Ministerio de Medio Ambiente no dispone de un estudio científico incontestable sobre los caudales presentes y futuros del Ebro, ni tampoco del caudal mínimo ecológico que debe asegurar la pervivencia del Delta.

En cuanto a los usos del agua de la cuenca del Ebro, con los datos recogidos en el Libro Blanco del Agua se llega a la conclusión incontestable de que no hay tanta agua como el ministerio pretende para justificar el trasvase. De hecho, el trasvase sólo hubiese sido posible, en su capacidad máxima, en 18 de los 55 últimos años. La previsión es que en el próximo medio siglo, sólo sería factible en diez o como máximo quince periodos anuales.

ES CIERTO que, en algunos años concretos, el Ebro lleva mucha agua. Son esos mismos años en los que las avenidas torrenciales causan tanto sufrimiento, como hemos comprobado hace unos meses en Pradilla y otras localidades de la ribera. Usar estos años como justificación del trasvase es simplemente macabro.

Ese mismo Ebro torrencial es el que sufre largos periodos de sequía. Y entonces surge una pregunta, una hipótesis de futuro que resulta muy duro afrontar: supongamos que ya está hecho el trasvase: ¿Qué pasaría en los años de sequía, cuando no hubiera agua suficiente para trasvasar? ¿Qué tensiones surgirían entre los demandantes de la cuenca receptora, a los que se les hubiera dado la expectativa de tener agua, y los usuarios de la cuenca cedente? ¿Y cómo se canalizaría esa tensión sostenida en varios años continuados de escasez? ¿A quién se le negaría el agua?

Los aragoneses vamos a seguir firmes en nuestra lucha. Sabemos que da igual que la toma del trasvase sea aguas abajo de Aragón: el agua comprometida para el trasvase no podremos utilizarla. Sólo podremos dejarla pasar, pero sin tocarla. Las futuras empresas que pidan nuevas concesiones de agua, los futuros proyectos de regadío o de ocio, ninguno tendrá agua para poder implantarse. Las empresas se instarán allí donde sí puedan garantizarles el agua que precisan. Y con ellas, se irán nuestros hijos y el futuro de esta tierra.

EN BRUSELAS he tenido la satisfacción de comprobar que nuestros motivos de oposición al trasvase se comprenden. Se podrán compartir o no, pero todos entienden nuestras razones, y eso ya es mucho. Desde luego, es mucho más de lo que nos concede el Gobierno central, que suele recurrir a la descalificación para ridiculizar nuestros argumentos. Los aragoneses, lejos de ser insolidarios, reconocemos que en algunas áreas del Mediterráneo puede haber problemas de escasez de agua, pero afirmamos con rotundidad que el trasvase no es la única solución, ni siquiera la mejor ni la más rápida.

Allí están otras técnicas, como la desalación, el aprovechamiento de las aguas subterráneas o la reutilización. Hay datos que avalan estas soluciones: el 60% del agua que se consume en Israel es subterránea, y el 25 por ciento del agua de boca de Canarias procede de la desalación. Son alternativas reales y viables, que tanto echamos de menos en el Plan Hidrológico.

Aragón va a seguir presente en todos los foros de prestigio. Aún tenemos muy recientes los ecos de la última manifestación celebrada en Zaragoza, tan multitudinaria como todas las anteriores. La firmeza y la convicción de los aragoneses en este empeño es lo que más nos ha de animar a los partidos políticos a seguir trabajando cada día. En lo que respecta al Partido Aragonés, es bien sabido que la defensa del agua ha sido, es y seguirá siendo una bandera fundamental e irrenunciable. Este compromiso será refrendado y renovado en el próximo Congreso Nacional, que se celebrará a finales de noviembre y donde la unidad en torno al proyecto liderado y avalado por José Angel Biel debe ser el rasgo más significativo.

La unidad de acción en la coalición PSOE-PAR, que sostiene el Gobierno de Aragón, va a permitir un trabajo serio, estable y continuado en este anhelo común por asegurar un futuro sin lastres, losas ni hipotecas para esta tierra. El esfuerzo vale la pena. Aragón lo merece.

*Consejero de Medio Ambiente

Gobierno de Aragón