Este acontecimiento que le han llamado La Pedida (¿pero no se ha dicho petición toda la vida?) nos ha bañado en purpurina, en sonrisas, en lágrimas emocionadas. Llevamos más de una semana metidos, alternativamente, en amables chismorreos de verdulería y en un politiqueo naif , que, la verdad, acaban por resultar simpáticos si uno hace abstracción de lo absurdo que resulta hacer de un señor jefe del Estado por el mero de ser hijo de su padre. Ya sé, ya sé que la monarquía está fuera de la lógica. Y también, también admito que el actual Rey fue un catalizador esencial en la transición a la democracia. Pero, veinticinco años después, parece evidente que lo mejor del compromiso matrimonial entre Letizia Ortiz y Felipe de Borbón es que nos cobija bajo un rico manto de naderías, abrigados en las páginas de couché y los palacios reales. La fea realidad se queda fuera y podemos perder el tiempo hablando de cómo la novia interrumpió al novio (¡oooh!, ¡aaah!) y del significado que tuvo el intercambio entre ambos de una joya de familia por una joya literaria .

En el oscuro e incierto mundo exterior, lo de Irak va de mal en peor. Es verdad que Bush todavía habla de su cruzada democrática y que nuestra ministra Palacio explica la situación en Oriente con unas perfectas bobadas (que estarían incluso graciosas si se refiriesen a la boda de un príncipe y no a un desastre político-militar que ha costado la vida a miles de personas inocentes). También es cierto que el presidentísimo Aznar y los intelectuales orgánicos que le sostienen el palio aún creen que esa guerra se va a ganar o, en todo caso, que la guerra fue un éxito y lo que no está funcionando bien es la postguerra... Pero, dejando al lado estos ejercicios de cinismo basto, Irak ha quedado convertido en un cálido invernadero para todos los terrorismos islamistas (presentes y futuros) y en una encerrona militar. Es evidente que los aliados están a punto de perder esa guerra. La resistencia es cada vez más mortífera, los soldados norteamericanos están acorralados y lo peor de todo es que nadie sabe muy bien cómo resolver el problema.

Con Oriente Medio empeorando por momentos (¿qué se hizo de la famosa Hoja de Ruta ?) y el Islam cada vez más airado, a muchos nos gustaría que el señor presidente del Gobierno español explicase qué hemos ganado en este envite. Digo, al margen de habernos hecho muy amigos de Polonia (que es el aspirante a socio comunitario que más lejos está de conseguirlo) y de haber roto todos los esquemas de la política exterior. ¿Y el petróleo? ¿Y los contratos? ¿Y las alianzas repletas de ventajas?

Mas si la situación por ahí fuera se presenta más bien fea, aquí en España se está poniendo como rara. La economía, que era la especialidad de casa Aznar , aguanta malamente en sus hilvanes a base de introducir espuertas de creatividad matemática en todos los indicadores y estadísticas. ¿Ustedes se creen el IPC? Porque en los comercios de mi calle esa invención no se la tragan ni las viejecitas más despistadas (bueno, ellas menos que nadie porque tienen que sobrevivir con pensiones de viudedad). España es una pura hipoteca mientras los jefes del cotarro se empeñan en seguir tirando y tirando del sedal de la especulación, y los ministros vuelan a Bruselas a buscar euros con los que pagar cemento, amistades, votos y la continuidad hasta el desastre de la expansión urbanística en el Arco Mediterráneo.

Las personas humanas no acabamos de entender cómo se ha podido llegar en el tema del trasvase del Ebro a activar semejante bomba de relojería justo en el pilar maestro de la cohesión entre los pueblos de España. Y ahora precisamente. Claro que en la tortuosa política que práctica el PP en relación con la unidad de España todo está mucho más desencajado de lo que parece (como se ha visto en la campaña catalana). Por lo cual aterra (sobre todo a los vascos sensatos) lo que pueda pasar con el Plan Ibarretxe, que encima está siendo potenciado por los populares en su afán por achicar los espacios intermedios y eliminar cualquier matiz en el campo constitucionalista. O blanco o negro. O conmigo o contra mí. ¿Y si hay más gente en el campo adversario?

Por eso y por muchas cosas más, ha sido muy relajante pasar días enteros sumidos en el colorín prematrimonial de Letizia&Felipe. Un compañero mío dice que si la monarquía cumpliese una auténtica función institucional el Príncipe debiera haberse prometido con una hija de Ibarretxe o una nieta de Arzalluz para reducir la tensión y amarrar los territorios del Norte. Pero tampoco hay por que sacar las cosas de quicio. Esto es el siglo XXI y la purpurina reluce bonito.