Nadie discute que lo del AVE resulta bueno para Aragón, faltaría más. Pero formulada la premisa, este trenecito está causando más de uno y de dos sinsabores. De momento es medio ave, y las velocidades prometidas, aunque ya paguemos como si en hora y cuarto pudiéramos estar en Madrid , brillan por su ausencia. Además, ahí está la amenaza de las dolinas y casi cuatro mil veces más del riesgo aceptable en los tramos próximos a Zaragoza. Magnífico. ¿No será que tales chandríos tienen la misión de proyectar una mala imagen de ese Aragón levantisco que tanta lata está dando con el PHN? Con el nudo gordiano de la inseguridad por una parte, y de elevadísmos precios por otra, además resulta que lo de la puntualidad se las trae, más allá de frecuentes paradas en vías; el servicio es deplorable: le ofrecen chorraditas para comprar en plan avión pero no disponen de prensa (pagada, por supuesto), si bien la regalan en clase preferente. Como se te ocurra ir al servicio mientras ofrecen el aperitivo, vas dado, porque tararí que te vi. Y cuando llegas a la desangelada, inhumana diría, estación de ¿las Delicias?, que más parece un catafalco que marco para mejores menesteres, probos vigilantes te instarán a despejar los andenes sin más dilación. Si de pillar un taxi se trata apañado estás, ya puedes disponerte a esperar la intemerata para, acto seguido, comprobar que los accesos y salidas parecen tercermundistas, y eso que aún no funciona la estación de buses (¿se imaginan el empandullo?). Que sí, que lo del AVE está muy bien pero es preciso acometer urgentes reformas y mejoras antes de que se nos coma Lérida.

*Profesor de Universidad