El magnate George Soros ha donado quince y pico millones de dólares para que Bush pierda las elecciones. Esto debería preocupar a Al Qaeda, pues si Bush no sale reelegido se van a quedar sin trabajo todos esos muyaidines. El mundo armado no puede permitirse perder a Bush y a su pandilla de amiguetes invasores. Aún no han ingresado las diez mil pesetillas que prometieron en la Conferencia de Donantes para reparar el iraquesado. Van muriendo soldados cada día, pero basta con no enseñarlos, es como si nunca hubieran existido. Los soldados que mueren en Irak cada mañana son como esos prisioneros del limbo de Guantánamo, que no tienen alma ni pasaporte. El señor Soros podría haber donado mil duros para que les cambiaran la muda, el mono naranja, a esos hombres sin derechos. Los guantanameros forzosos y el nuevo muro de las lamentaciones de Israel son dos incorporaciones recientes al catálogo del espanto. Ni una década sin su muro. El señor Soros antes cambiaba la cotización de países enteros con un clic de ratón, y ahora no sabe en qué gastar toda esa morterada, así que la invierte en mejorar el mundo, porque esto es una inversión, una forma de pasar a la posteridad. Otro cualquiera en su lugar se hubiera comprado un equipo de fútbol, un AVE y unas cadenas de televisión (una cosa sin la otra no funciona). Bill Gates echa unos donativos a la India, se compra unos garabatos de Leonardo Da Vinci para el salón o puede adquirir Google para que siempre que se busque Linux salga Windows: el que se haga con Google tendrá por unos meses en sus manazas el significado del mundo. Gates no se significa en política local. Pero el señor Soros ha decidido cambiar el curso de la Historia. Como si fuera un campesino boliviano, se ha plantado en medio de la interestatal, la route 66, y ha puesto quince milloncejos y pico. Este gestito puede obligar a las agencias ésas a rebajar la calificación de Bush. Como ya está bastante rebajada por sus propios éxitos, la cosa se le pone fiera. Lo vemos dando conferencias para círculos de empresarios por los pueblos. Al Qaeda le va a echar una mano. De todas formas, ya que hemos adoptado el halloween y todas esas tontadas, deberían dejar que votáramos en la metrópoli. Y los quince millones del señor Soros que los dediquen a mejorar el sistema de recuento de pucherazos.

*Periodista y escritor