Cuánta envidia debe tenerle Bush a Aznar. Asombra pensar en lo que podrían hacer los meapilas analfabetos que reinan en la Casa Blanca y el Pentágono si tuvieran un país como el nuestro, que mira apasionadamente hacia las avutardas mientras llueven chuzos de punta. Vean cómo mengua allí, muerto a muerto, la popularidad de Bush, cómo tienen que empezar a reconocer, aunque sea a regañadientes, que no sólo cometieron un crimen espantoso sino un error histórico de primera magnitud.

Y vean aquí a nuestro héroe, tan pichi como si se hubiera cargado el terrorismo internacional él solito. Vean farfullar a la heroína Palacio, entre Coronel Tapioca y Lawrence de Arabia, sin que se subleve el país ni nada. Vean a Elvira la Trasvasista diciendo que Galicia estaba malita pero ya está mucho mejor, sin que salga a por ella la Santa Compaña. Y, todos a coro, hala Mariano, a por la mayoría absoluta, sin que las encuestas se alcen en armas.

Qué país, señor. Por causas ajenas a mi voluntad me he visto obligado estos días a zapear en la televisión de la mañana a la noche y estoy autorizado para fijar los asuntos que apasionan a la opinión y generan encendidos debates. No son ni la guerra interminable, ni las pateras asesinas, ni el chapapote un año después, ni el precio de la vivienda, ni siquiera la principesca boda... España, a juzgar por sus televisiones, sigue pendiente de Pajares, Belén Esteban y Norma Duval. Como siempre. ¿Tendrá que ver lo primero con lo segundo?

*Periodista