El asuntillo vasco está tapando todo lo demás, incluídas las elecciones catalanas, que quedan un poco desdibujadas por la avalancha del plan y la contraofensiva del gobierno de Madrid. En Aragón estamos en una tregua blanda por la visita de algunos delegados del BIE. Todos repeinados a enseñarles el meandro, la Aljafería... las joyas de la Corona. Hasta el tiempo acompaña. Estamos empezando el idilio Expo 08, el crescendo de suspense por sacar adelante la candidatura, que es como aprobar unas oposiciones del Estado. Ese idilio homologa a las autoridades, las muestra unidas por una causa común, quizá por primera vez en cien años, no contra una causa común. La Expo, igual que Zaragoza, ha de verse y venderse ya como una oportunidad para todo el territorio, de punta a rabo. El clima para regatear con Madrid por los trenes rampuñosos y las estaciones abandonadas será distinto con ese horizonte. Ya lo es un poco. Para aspirar a este empeño hay que darle un lavado a toda la geografía interior, hay que ir renovando también el método de trabajo. Esta aventura requiere ventilar un poco los resabios más rancios, los rincones de oscurantismo inercial. Aunque sólo sea porque el calendario del BIE obliga a que las autoridades de las diversas instituciones, entidades, artilugios y entes tengan que verse a menudo, ya vale la pena. El ejercicio de tener que sonreir porque hay visita es muy sano, acaba por hacer que la sonrisa sea natural. Apostar por la Expo es una forma de globalizarnos por dentro, de vencer esa pereza de marcar un número de teléfono, de ampliar las agendas y usarlas. Ha de haber más contacto por arriba, todos con todos, siempre, homólogos y heterólogos. Por propia dinámica de estos eventos, por sentir esos nervios de que algo --por fin-- va a pasar, ya se espolvorean los prejuicios, se posponen los rencores y hasta se disipan las bilis vetustas. Se rompe el autismo, se cambia el perfil del futuro, da un motivo para estudiar y un aliciente para ducharse. Da un motivo para replantearse si la política municipal de cerrar bares con actuaciones en directo es también una inercia, una herencia, o si obedece a un proyecto para que la ciudad de la Expo sea un cementerio. Habría que solicitar que el BIE hiciera una visita cada semana. Sólo por esos nervios --que son los que hay que tener ahora-- ya vale la pena presentarse a esta reválida.

*Periodista y escritor