La muerte de Víctor Mira, elegido mejor artista español vivo en la pasada edición de ARCO, es una gran pérdida para el arte aragonés, del que nunca se desligó pese a autoexiliarse en Alemania hace muchos años. Aunque siempre había rechazado cualquier relación con la cultura oficial, se sintió muy satisfecho la pasada primavera tras participar en ARCO, de la mano del Gobierno de Aragón, con una pequeña y vanguardista obra de teatro que atrapó al mismo Rey de España. Ya no tenía reparos porque las instituciones políticas se habían hecho más demócratas, más flexibles, más modernas, justo lo que él siempre había perseguido. Llevó su libertad artística hasta cualquier límite, porque un artista financiado o protegido, decía, termina no generando arte ni cultura. El pudo tocar todos los palos, y en todos deslumbró: la pintura, la escultura, el teatro y la literatura han perdido un gran elemento; Aragón uno de sus grandes hombres.