Los dirigentes del PSOE tiene un problema grave: el don y la libertad de la palabra en un universo político de muditos. La vida pública, en España, se limita a la repetición de eslóganes de propaganda en donde el pensamiento crítico está desplazado por la monotonía de la disciplina de partido y los uniformismos políticos. Ahora, Juan Carlos Rodríguez Ibarra ha dicho que está harto de la política de Madrid y de Cataluña y de la manipulación mediática de todas sus declaraciones. Creo que no le falta razón. Aunque sus declaraciones, a lo mejor, no han sido políticamente correctas . Los arquetipos han sustituido a las convicciones y las tesis están prohibidas en un universo en el que lo único que funciona son los clichés.

Frente a la disciplina rígida del PP, convaleciente de una época en la que el aznarismo se ha constituido en el caudillismo menos contestado en un sistema democrático, todo lo que se debata públicamente alrededor del PSOE, en el ejercicio de la democracia interna de partido, es utilizado inmediatamente para intentar menoscabar la imagen de Rodríguez Zapatero y del PSOE, con una acusación simplista de que el debate equivale a falta de liderazgo, porque éste se entiende únicamente como el ejercicio de un autoritarismo incontestable.

No hay memoria en España de una idea de la oposición que haya sido reconocida y aprovechada por el Gobierno, o viceversa. Si la política se limita a la utilización de las palabras para desacreditar al adversario, la lógica de la democracia se destruye, porque radica, precisamente, en la búsqueda permanente de síntesis entre posiciones distintas. Y para encontrar una síntesis es indispensable escuchar para tratar de entender y entender para tratar de concertar. Aquí sólo se espera que alguien hable para dispararle un dardo de descalificación, sin importar lo que diga. El cansancio de Rodríguez Ibarra es, sin duda, el cansancio de muchos ciudadanos que no se resignan a que las ideas se secuestren y no circulen con libertad.