Cada año por estas fechas comparto unas horas con la Asociación de Esclerosis Múltiple de Aragón (ADEMA), cumpliendo con un compromiso afectivo que me complace enormemente. La Cena de la Esperanza es una excusa para reunirnos alrededor de una buena mesa, disfrutar de la amistad, y recoger fondos con los que sufragar los muchos servicios que ADEMA ofrece a los afectados por una enfermedad que, en Aragón, afecta ya a 700 personas. Cuando en 1994 se puso en marcha, la asociación sólo contaba con un gran equipo humano, un excelente equipo médico, encabezado por el doctor Oliveros, y la ilusión de conseguir una mejor calidad de vida para quienes han visto truncados ilusiones y proyectos. Hoy, gracias al empuje y generosidad de muchas personas, ADEMA cuenta con dos centros de Rehabilitación --en Zaragoza y Huesca-- que ya se han quedado pequeños porque el número de afectados sigue avanzando. El próximo objetivo es un Centro de Día y Atención Integral que atendería a 40 enfermos, en cuya construcción todos podemos colaborar. En el Año Europeo de la Discapacidad bueno será recordar a los poderes públicos que atender las necesidades de quienes, como los afectados por la esclerosis múltiple necesitan de una asistencia especial, no es cuestión de solidaridad, sino de justicia. Que no es suficiente con financiar los tratamientos farmacológicos o colaborar, puntualmente, con las asociaciones que trabajan en Aragón: hace falta un firme compromiso que se refleje en los Presupuestos, y sobre todo, que se cumpla. * Periodista