Mientras sufre Artur Mas las hieles de los pactos, y saborea el aragonés Carod-Rovira las mieles del triunfo, y va encontrando Maragall los rieles del poder, analistas y fontaneros procesan las cifras electorales en las salas de máquinas de los partidos catalanes, así como la solución de las incógnitas pre-electorales. Una de las cuales apuntaba a las consecuencias que de las distintas posturas sobre el Plan Hidrológico Nacional pudieran derivarse en los comicios.

La larga pre-campaña, y, después, la intensa campaña, abundaron en actos, manifas, caceroladas, tomatadas y proyectiles varios del frente antitrasvase. El mismísimo Pujol tuvo que oírse en el delta lo que se no había oído durante toda una vida al servicio de Cataluña, y de sí mismo. Piqué, que abrió el fuego en Tortosa, cual un moderno kamikaze, tuvo que salir por piernas. A Fernández, su presidente regional, le arruinaron un terno con claras de huevo. Artur Mas las pasó de a metro, hasta que se decidió a rogar a Jordi que pusiera el veto al trasvase y amagara con el cuento del Ródano.

Todo hacía presumir, por tanto, que los partidos trasvasistas, PP y CiU (en aquel momento lo era) iban a pagar caro su apoyo a los espurios intereses del gobierno central. Se daba por hecho que Piqué se hundiría en el Bajo Ebro, que Conv¨rgencia sufriría lo suyo para mantenerse en las comarcas ribereñas, y que el PSC, en cambio, con el antitrasvasista Maragall al frente, obtendría suculentos réditos de su oposición al intrigante Matas, primero, y a la gobernanta Elvira, después, capaces ambos de desplazar un volumen de agua equivalente a su peso (politico).

Pero, como viene sucediendo en otras elecciones, estas predicciones y mancias nada o casi nada tuvieron que ver con el resultado final.

Por una parte, el PP de Piqué, contra todo pronóstico, apenas sufrió el previsible castigo. De hecho, sumando todas las comarcas del Ebro, sólo perdió unos centenares de votos, mejorando incluso anteriores cómputos en las ciudades tarraconenses superiores a diez mil habitantes, a excepción de Amposta y Tortosa, donde sus pérdidas no alcanzaron los 700 sufragios. Es decir que, pese a trasvasar, prácticamente se quedó igual de fresco.

CiU, en cambio, sufrió un mayor desgaste a causa de sus iniciales apoyos al PHN. En el delta y aledaños se le han ido más de 5.500 votos, una cifra ya bastante respetable. Los socialistas arañaron algunos votos, pese a no contar en esta ocasión con el apoyo de ICV en el Baix Ebre , pero la fuerza más beneficiada por la oposición al Plan ha sido, con abismal diferencia, Esquerra, pues sumó 11.000 papeletas más en las citadas comarcas.

Paradojas de la vida política... Marcelino Iglesias, con bastante canchilla en la prensa catalana, ha recordado que en el 99, pese a no haber vencido electoralmente, pudo gobernar con los nacionalistas del PAR; y que esta coalición, bien tolerada por los aragoneses, acaba de repetir en el Pignatelli. Una zancadilla a Mas, y una nueva receta de crema catalana: bizcocho de Maragall, caramelo de Carod y cuatro velitas verdes para cumplir otros tantos años en alegre tripartito.

*Escritor y periodista