Personalmente, no tenía idea alguna de que Valencia hubiera pujado para ser la ciudad organizadora de la Copa América de Vela, probablemente porque estas cosas en Aragón nos pasan algo desapercibidas, al no tener el mar frente al ventana. Pensar en que el suceso equivale a unas Olimpiadas de tamaño mediano, si las hubiera, que puede crear 10.000 puestos de trabajo, más de mil millones de euros en economías inducidas, aceleración de los plazos de entrada en servicio del AVE, mejora del aeropuerto y demás infraestructuras, y demás etcéteras, provoca el sentimiento de felicitación a los hermanos valencianos, en primer lugar, y el acicate de que cuando se quiere, muchas veces se puede. Quizá una de las claves del éxito haya estado simbolizada por el gesto producido en el momento de conocerse la noticia: ese espontáneo abrazo entre Francisco Camps, presidente de la Generalitat valenciana, y Rita Barberá, la alcaldesa, la mujer de rojo, parece indicar que ambas instituciones han estado trabajando codo con codo en la aspiración que han hecho común. Buen ejemplo a seguir en los proyectos supramunicipales que afectan a esta tierra.

*Abogado