El Reactor Internacional Termonuclear Experimental --ITER--, se va a Francia en vez de venir a Vandellós: malísima noticia. Los ministros de la Unión Europea nos han dejado sin este prodigioso juguete científico que tratará de obtener energía por fusión de núcleos de hidrógeno, el mismo método que usan las estrellas para ir tirando. Mala noticia porque era mucha pasta en ciencia y supertecnología, en ciencia ficción. También mala noticia porque el gobierno de Aznar había puesto todos sus desvelos en este megaproyecto, y la adjudicación a Francia --aunque caigan algunas migajas bucrocráticas-- quiere decir que el poderío aznarí no era tanto como pensábamos, o como nos van haciendo pensar urdacimente. Lo de la cumbre de las Azores, la vergüenza de participar en la invasión de Irak como aliados teóricos y ocupantes humanitarios armados (qué lío), las visitas al rancho de Texas... nada de eso ha servido para traer el ITER a Vandellós. Esa riada de millones, todos esos científicos de primera fila investigando durante décadas, cobrando su seguridad social y todo, la importancia para el imaginario de estar construyendo un pequeño sol... todo eso se va a Francia, que se resistió a la invasión hasta el último momento. Ahora Francia y Alemania han tragado a posteriori con el iraquicidio, han pasado de cumplir el Pacto de Estabilidad, la ONU ya está vendiendo los muebles, y nos quedamos sin el ITER. Nos quedamos con el viaje de Pedro Duque pagado a precio de AVE. Es verdad que con lo que invierte España en investigar no da ni para reinventar el pisapapeles, pero creíamos que todas esas locuras imperiales de Aznar tendrían algún efecto real, no folclórico. Ahora se nos ha caído el Prestige de todo ese montaje bélico. Bush & Blair no eran tan amiguitos nuestros como pensábamos.

Y también es mala noticia porque de retruque --todo ocurre de retruque, desde el big bang-- este mazazo puede compensarse con un poco de manga ancha europea hacia el PHN. No le van a dar dos patadas a Aznar en el mismo lote. Le ponemos velas y ayunos a la comisaria Margot Wallstöm (hasta la diéresis le ponemos) como gran esperanza azul contra la voracidad cementera de doña Elvira Rodríguez. Pero Europa es un trapicheo y todo se apaña con dos llamadas, como el pufo Eurostat o el Pacto de Estabilidad. Y aquí seguimos sin cantearnos, adorando al mejillón.

*Periodista y escritor