La pregunta básica para juzgar la oportunidad de la decisión del Ecofin de no aplicar los castigos previstos en el pacto de estabilidad a Francia y Alemania sería: ¿qué es mejor para la economía de la Unión Europea (UE), que Alemania y Francia retomen pronto la senda del crecimiento o que se les imponga una multa del 0,5% de su PIB, que retrase más su ajuste fiscal y frene su crecimiento? Obviamente lo que más nos interesa a todos ahora en Europa es que las locomotoras de la UE tiren a toda máquina. Dar una lección a Francia y Alemania por una laxitud fiscal formal y demostrar al mundo que en la Unión Monetaria hay una severa disciplina fiscal ni es tan importante ni tan urgente como lo anterior.

Necesitamos la reanudación del crecimiento económico para demostrar al mundo que la economía de la UE y su moneda única son fuertes. Además, el crecimiento rápido, más que las sanciones, sería la mejor manera de reducir el déficit fiscal.

SE HAdicho que la acción del Ecofin ha dañado la credibilidad el pacto de estabilidad por ser discriminatoria. Eso depende. Que las economías de Alemania y Francia sean el 60% de la economía de la UE no es un abuso de estos países ni una discriminación contra los países pequeños. Es un hecho real que hay que enfrentar con racionalidad y realismo.

El caso de Portugal es diferente. Quizá fue una ligereza --o una estupidez-- aplicarle la disciplina del pacto, porque ni sus desequilibrios eran tan grandes, ni la economía de Portugal podía dañar al euro de ninguna manera.

Se le aplicó la disciplina a Portugal para dar ejemplo, para demostrar a los países pequeños, para los cuales se había diseñado expresamente el pacto, que la cosa iba en serio. Todos somos iguales ante la ley, pero no somos todos iguales ante la economía. Ahora se ha hecho una excepción para los grandes, porque los problemas económicos de Francia y Alemania han cambiado los supuestos fácticos dentro de los cuales el pacto de estabilidad tenía sentido, tanto para los países grandes como también para los pequeños. La igualdad ante la ley que ahora se invoca podría dañar a los países pequeños más que a los grandes. ¿A qué países íbamos a exportar si se nos cerraran los mercados de Francia y Alemania, que reciben el 45% de nuestras exportaciones?

Lo que ha pasado indica que el tal pacto ni estaba bien pensado ni sus mecanismos bien diseñados, y que tiene el pecado original de confundir la disciplina con la inflexibilidad, y la credibilidad con el fundamentalismo.

En el terreno monetario, como ha sucedido con la configuración de otras instituciones de la construcción europea, se debe avanzar tanteando, por el método de aproximaciones sucesivas, hasta encontrar las formas más realistas que serán las más permanentes. Es evidente que la moneda única necesita disciplina fiscal, pero ¿en qué grado es necesaria? ¿Y cómo se mide esta necesaria disciplina fiscal? Porque tampoco se puede exagerar la relación entre el tamaño del déficit y la solidez y credibilidad de una moneda. El yen es una moneda sólida y creíble en un país que tiene un déficit fiscal de cerca del 8% del PIB. Y no digamos nada del dólar, la moneda más creíble del sistema monetario internacional, que convive con un déficit fiscal que se aproxima al 6% del PIB. Ninguno de estos déficits pone en tela de juicio la solidez de las monedas internacionales de referencia. ¿Qué mala virtualidad tiene un déficit fiscal --ocasional-- del 3% del PIB europeo para debilitar al euro?

NO SEpuede negar que en este episodio se ha puesto en cuestión la manera de tomar decisiones de la UE. Pero no es la primera vez, ni será la última, en que las reglas ceden ante decisiones políticas ad hoc. Los países grandes siempre podrán cambiar las reglas. Es una posibilidad que está contemplada en la estructura de poder de la Unión. Pero una cosa es la gobernabilidad de la UE y otra es el funcionamiento de la economía. Los funcionarios de la Comisión Europea tienen responsabilidades sobre la primera, pero los ministros de Economía responden de la segunda. Mezclar y confundir las respectivas responsabilidades no ayuda a entender mejor el problema ni a tomar medidas para el futuro.

Después de tantos enfrentamientos y disgustos, algo bueno para la estabilidad y para el euro está a punto de suceder: la reformulación del pacto de estabilidad sobre unos supuestos más realistas y más abiertos a coyunturas económicas diferentes, por las que pueden atravesar tanto los países grandes y los disciplinados como los pequeños y los más manirrotos. Y otra cosa buena: se reconoce el aporte del crecimiento a la estabilidad monetaria y fiscal.

*Catedrático de Economía de ESADE.