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EL IBI DELAS NARICES

Con las cuentas municipales me perdí hace tiempo y me ocurre como con la mecánica cuántica, que he renunciado a entenderlas. Mi desistimiento data del 95, cuando Rudi y Comín me dieron un debate acerca de la deuda viva y la deuda muerta que precisó dos alkasetzer para superarlo. Nunca hay un chavo en la caja según los que mandan, sobre todo si acaban de empezar a mandar.

A mí, que soy de natural crédulo, me parecería bien si alguien me hiciera las cuentas y me dijera, verbigracia, mire usted, señor ciudadano, el que había antes se gastó el oro y el moro en estas chorradas y en estas otras y otras, y le sacudió pasta gansa a la empresa tal o cual y no hizo lo que debía hacer, así que ahora afloje el bolsillo, llevemos al pájaro a los tribunales y que a nadie se le ocurra volver a votar por el Dioni.

Pues de eso, nada. Aunque todos sabemos las cuatro reglas y podemos entender las cuentas si nos las enseñan, en el Ayuntamiento son artículo de fe. Te las crees, o no. Y, te las creas, o no, te suben los impuestos.

Además siempre hay un experto para explicar que tenemos el IBI más barato de España, el agua por los suelos o el autobús más tirado de Eurasia. Y, en lugar de felicitarnos, el alcalde de turno decide subirlos. Ningún experto dice que tenemos unas de las viviendas más caras de Europa ni el alcalde nos baja por ello los impuestos. Si ZP quiere saber lo que piensan los ciudadanos, pues eso, que estamos hartos de pagar chandríos de otros.

*Periodista

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