Síguenos en redes sociales:

LA CIRCULACION EN ZARAGOZA

La apertura de líneas de cercanías, al calor del convenio del AVE, y la apuesta por el metro ligero son cuestiones irrenunciables

Zaragoza lleva años inmersa en un debate nunca superado sobre tráfico, movilidad y circulación que requiere, ahora que aún vivimos en una ciudad abarcable, soluciones definitivas. El ayuntamiento de la ciudad ha diseñado planes integrales al respecto nunca plenamente desarrollados, pues llevamos años adoptando medidas aisladas e insuficientes que, como mucho, han impedido que la situación empeore. Una fórmula que vista la situación actual ha sido más un parche que una solución estructural a la altura de una ciudad de 650.000 habitantes y cuyo umbral de población, intramuros y en su área de influencia, es mucho mayor. Por tanto, y a diferencia de hace unos lustros, podemos concluir que la ciudad necesita hoy más que nunca una solución integral que incida en el transporte urbano y periurbano y que conjugue fórmulas públicas y privadas.

Ante la expansión de Zaragoza en el siglo XXI, como núcleo central de una ciudad-región en la que cualquier ciudadano que se encuentre a menos de 45 minutos del centro estará de hecho viviendo en la capital, tenemos, además, poco tiempo para implementar las fórmulas precisas que garanticen la correcta movilidad en el espacio metropolitano. Si la situación en horas punta en las principales calles y avenidas es compleja, en el perímetro de la ciudad la realidad no es más halagüeña. La Ronda Norte puede estar colapsada en diez años y, como se comprobó con el Tercer Cinturón, las infraestructuras para enlazar barrios sin pasar por el centro o para circunvalar la ciudad han llegado --con la honrosa excepción de la Ronda Sur del Cuarto Cinturón-- demasiado tarde en una ciudad que avanza, y debe seguir haciéndolo, hacia la peatonalización de la zona histórica.

Este análisis de perentoriedad, que pudiera parecer excesivamente abstruso, encuentra ejemplos concretos cuando se da voz a las autoridades en la materia. Sólo hay que observar los pronósticos del responsable de Tráfico del Ayuntamiento de Zaragoza o el director general de Transportes de la DGA, para darse cuenta de la necesidad de actuar.

En unas jornadas celebradas esta semana, el alto funcionario municipal, Antonio Ramos, que no suele errar en sus prospecciones, ofreció dos datos para no arrinconar en el olvido. Al ritmo de crecimiento actual de los desplazamientos, en el plazo de 20 años la ciudad puede estar colapsada. Si hoy se producen en la capital aragonesa 1.600.000 desplazamientos, en el año 2025 la cifra superará los dos millones, un incremento que la ciudad no soportará si para entonces no tenemos un nuevo sistema de transporte público. Y sin ir tan lejos, Ramos dejó sobre la mesa otro dato para la reflexión: del parque actual de 320.000 vehículos en la ciudad, suelen circular como máximo 170.000 a la vez; con un 20% más la red quedaría colapsada.

En esta misma línea, el responsable de transportes de la DGA, Jesús Sánchez Farracés, reflexionaba en un reciente artículo en estas mismas páginas sobre la necesidad urgente de que las administraciones y el sector privado cooperen en la búsqueda de modelos de transporte público alternativos, al estilo de los avances conseguidos en el estratégico sector de la logística, donde los avances han sido nítidos en los últimos años.

Llegados a este punto, la pregunta que hay que responder es si Zaragoza, con sus limitaciones actuales, puede dar ese salto hacia adelante. Y la respuesta es que antes hay que romper algunos corsés que impiden cualquier acción decidida. Sólo hay que analizar los problemas que debe superar el ayuntamiento para aplicar leves mejoras en el actual sistema de autobús urbano. El creciente déficit del servicio impide seguir ampliando líneas, constreñida como ésta la Administración a un contrato con TUZSA que limita enormemente y a un escenario político en el que cualquier subida muy por encima del IPC del billete o del popular bonobús recibiría una amplia y lógica contestación ciudadana.

En este escenario, y a expensas de los avances y los cambios que pueda experimentar la ciudad en los próximos años, algunos seguros --como la inauguración de la estación de autobuses en la estación de Delicias-- y otros probables --como la incorporación del meandro de Ranillas al entramado urbano si se consigue la Expo--, está claro que no podemos quedarnos de brazos cruzados. Por tanto, la posibilidad de abrir líneas ferroviarias de cercanías, como la que enlazaría Utebo con San Juan de Mozarrifar y contemplada por la sociedad pública Zaragoza Alta Velocidad, debe concretarse cuanto antes. Como ocurre con el consorcio DGA-Ayuntamiento que pretende poner en explotación la primera línea de metro ligero que enlazaría norte y sur de la ciudad por el centro, a nivel o soterrado, en una obra presupuestada inicialmente en 250 millones de euros.

La financiación no debe ser excusa, pues se trata de proyectos muy ambiciosos que requieren de un alto grado de compromiso y cooperación entre administraciones y que costaría años desarrollar. Justo el plazo de tiempo de que disponemos antes de que, como apuntan quienes opinan con datos y experiencia suficientes, el problema nos desborde definitivamente.

jarmengol@aragon.elperiodico.com

Pulsa para ver más contenido para ti