Sirva este breve comentario de gesto solidario con el alcalde de Canfranc, Fernando Sánchez, quien la pasada semana alertó sobre el retraso en la firma del convenio que permitirá la rehabilitación de la estación internacional, joya arquitectónica maltratada por el paso del tiempo, la desidia y el desinterés de instituciones y gobiernos varios. El enfado de Sánchez no sólo es comprensible, yo diría que es plausible porque, mientras en algún despacho oficial espera su turno el documento que deben firmar Fomento, Renfe y el ayuntamiento, las heladas, fuertes ventiscas y nevadas de este duro invierno, han deteriorado --todavía más si cabe-- la cubierta de la estación y el precioso torreón sur que corre el riesgo de derrumbe. Ha nevado mucho desde que el Gobierno de Aragón autorizara la firma y, a día de hoy, las expectativas de los vecinos del valle se diluyen al mismo ritmo que crece su escepticismo. Porque el abandono de la estación, a la que el sospechoso descarrilamiento de un tren francés en el puente de L´ Estanguet dejó varada, es una vergüenza para Aragón. Soy de las convencidas de que ninguna de las comunidades limítrofes hubiera permitido el deterioro de ese bellísimo edificio modernista, insólito por sus dimensiones y por el lugar donde fue construido. Y el caso es que tenemos hasta arquitecto para su transformación en un centro turístico de campanillas: Oriol Bohigas será el encargado de convertir la estación en un hotel de lujo que potenciará el valle. Sólo falta la firma,¿ a qué esperamos?

*Periodista