La condición de la mujer trabajadora se mueve todavía entre claroscuros. En este 8 de Marzo, diversos indicadores a escala regional nos advierten, por ejemplo, de que en los últimos cuatro años el empleo femenino en Aragón ha crecido muy por encima del masculino... pero dicho empleo es precario y las mujeres siguen cobrando por la misma actividad salarios que están un 37% por debajo de los que perciben los hombres; también se puede comprobar, en el ámbito nacional, que las españolas vienen incrementando su preparación académica de forma casi exponencial... pero un análisis detallado de los principales centros u organismos que gestionan nuestra sociedad muestra que en ellos son mayoría abrumadora los hombres.

La ansiada igualdad está por llegar, pero nadie duda ya de que en el futuro las españolas van a incorporarse plenamente no sólo al mundo del trabajo, sino a sus esferas decisorias más altas. Aunque para hacer tal cosa posible va a ser necesario un cambio estructural en las mentalidades y en las normativas. La mujer trabajadora va a a necesitar sobre todo la cooperación social y familiar necesaria para poder simultanear su actividad laboral con su condición de madre. Ahí está el quid de la cuestión.