El alcalde de Zaragoza suspendió ayer el pleno extraordinario que se había convocado para aprobar los presupuestos y debatir sobre La Romareda. La impresionante bronca organizada por un grupo de policías locales, que gritaron, insultaron, silbaron y patalearon mientras los concejales intentaban hacerse oír y votar, obligó al alcalde a interrumpir el debate en dos ocasiones hasta que al final toda la corporación se trasladó a otra sala para seguir ejerciendo su obligación democrática.

Desde que en los años ochenta un grupo de taxistas interrumpió un pleno municipal en la misma sala no se recordaba una protesta antidemocrática semejante. En aquella ocasión, los vociferantes fueron desalojados por la Policía Local para que la actividad política y ciudadana pudiera desarrollarse como indica la ley. Y otro tanto ocurrió años más tarde cuando la propia Policía Local tuvo que desalojar a los compañeros policías y bomberos que interrumpieron un acto soberano para reclamar una cuestión laboral.

Ayer, el alcalde Juan Alberto Belloch optó por desalojar a los concejales para que los policías siguieran ejerciendo su derecho al pataleo. Habría sido más legítimo y más democrático garantizar el derecho de los concejales a ejercer su cargo.