El presidente del Partido Popular de Cataluña, Josep Piqué, retiró ayer su moción de censura poco antes de que se votase. El jueves pasado, en el debate del Parlamento catalán, Piqué ya fracasó en el objetivo de copar el protagonismo político: quedó eclipsado por los intereses coincidentes de Maragall y Mas en lograr una distensión del clima político, sin renunciar el primero a la prometida transparencia sobre la gestión de los contratos públicos. Ayer, el líder del Partido Popular intentó atraer de nuevo los focos justificando su marcha atrás, de poca seriedad política, como una protesta por un supuesto pacto de silencio, que sólo su partido denunció.

Piqué ha reprochado al resto de fuerzas estar inmersos en un debate virtual ajeno a los intereses de la ciudadanía. Pero sus acciones han sido un buen ejemplo de esa práctica. El presidente del PP catalán asegura que volverá a presentar otra moción "si se confirma que PSC y CiU intentan tapar sus vergüenzas". Pronto se verá si es así o no. Pero un segundo debate de censura tan falso como el vivido no ayudará a que los políticos catalanes recuperen la dañada confianza de los electores. Precisamente todo lo contrario.