Los héroes infantiles son seres que habitan en los cuentos, las películas o la tele. Casi siempre irreales construcciones para que los críos (pobrecitos) les provoquen a sus padres un desembolso económico inútil. Pero son niños. Los adultos, en cambio, convertimos en héroe a cualquier esgarramanta televisivo, polemista mediático, analfabeto funcional, ladrón legalizado o vago nocturno que salga más de tres veces en la tele. A veces, también a futbolistas millonarios que mas que tocar el balón venden marcas, y a cantantes que mas que regalarnos canciones nos venden su imagen de laboratorio. A nuestros héroes los llamamos modelos sociales, que suena más contemporáneo y liberal, pero no reconocemos dignas de ser emuladas y admiradas a personas cuyo trabajo, producto del esfuerzo y la inteligencia, aportan mejoras de vida para la mayoría, pensamiento para el progreso, cultura para el desarrollo, valor para el cambio, y todas esas cosas que pierden espacio en los medios y atención en la escuela. Suena antiguo, pero es que estoy hasta los pelos de esta banal modernidad de pensamiento débil que confunde principios con aburrimiento y estulticia con diversión.

*Periodista