Resulta decepcionante que algunas instituciones impulsen políticas rimbombantes sabiendo que están condenadas al fracaso. Es el caso de la Mesa de la Huerta, impulsada por el Ayuntamiento de Zaragoza y Ebrópolis, que nació en 2001 con el fin de impulsar la huerta. Sesenta expertos participaron en el nacimiento de una organización que nacía sin contenido, pues para entonces la huerta de Zaragoza ya se estaba utilizando para los desarrollos urbanísticos. Los pocos hortelanos que quedan se sienten defraudados, y con razón. Porque estas iniciativas hay que hacerlas desde posiciones realistas, y no desde el romanticismo de un despacho.