Si la legislatura 2004-08 fuese un largo partido de baloncesto (en la cancha de los medios de comunicación de masas), habríamos cerrado un primer cuarto jugado de cabo a rabo bajo el influjo de su momento inicial. Llevamos un año así: condicionados por lo que hubo o no hubo en aquel horrible 11-M y por el trauma que la subsiguiente pérdida del poder desencadenó en el Partido Popular. Es cierto que España parece más tranquila porque Rodríguez Zapatero sonríe y no para de hacer exhibiciones de su buena suerte (que falta le hace, teniendo en cuenta la mala pata de algunos de sus compañeros); pero no es menos verdad que la derecha nacional se mantiene tercamente en su maniática querencia por el neoconservadurismo (norteamericano, off course ), lo cual la está dejando encerrada en su área, descompuesta y amargada, incapaz de inventar nuevas jugadas, aislada y bronca. Rajoy reitera sus denuestos. ¿Cree el sucesor de Aznar en la eficacia de ese discurso malhumorado y redundante? Podría jurarse que no, y sin embargo ahí se ha pegado trescientos sesenta y cinco días.

En este primer cuarto no ha habido grandes jugadas por parte de nadie (solo Zapatero arrasó de entrada con su inteligente decisión de salir de Irak). Pero la gran diferencia entre las fuerzas políticas es que el PSOE ha mantenido su capacidad para moverse en direcciones contrapuestas (por ejemplo, cuando Maragall se deja caer con una de sus clamorosas idioteces comparando al Tripartito con una mujer maltratada, Fernández de la Vega le replica de inmediato restableciendo el equilibrio), y los nacionalistas, a su vez, siempre pueden encerrarse en sus reducidas zonas para hacer del territorialismo una herramienta de mil usos; sin embargo, la derecha popular se ha sumido en una vorágine autodestructiva que poco a poco va intensificando su derrota y cerrándole toda posibilidad de recuperar el terreno perdido.

VEASE LO que sucedió durante la semana pasada. En unos momentos cargados de dramático simbolismo, el PP fue incapaz de actuar con realismo y de entrada se negó en redondo a suscribir las elementales recomendaciones para la seguridad futura de los españoles y la atención a las víctimas del terrorismo propuestas por el resto de los grupos en la Comisión de Investigación del 11-M. ¿A santo de qué semejante espantada? Nada perdía Mariano Rajoy (a quien todos le suponíamos más personalidad y mejor juicio) con sumarse a esa declaración y evitar quedarse, una vez más, fuera del consenso general. Pero prefirió secundar a Acebes y a Zaplana y seguir alimentando la visión neocon de la lucha contra el terrorismo que Aznar elevó un día a la categoría de dogma supremo. Tan extremosa actitud está teniendo su más desdichada proyección en la campaña contra Peces-Barba, al que un senador del PP calificó en sesión parlamentaria de "alto comisionado de los verdugos terroristas".

Estos desvaríos resultan no sólo insultantes y claramente protofascistas, sino grotescos. Tanto exabrupto rimbombante desprestigia a la derecha, la hace aparecer temible a los ojos de amplios sectores del electorado e incrementa su dificultad objetiva para volver al poder. Para colmo, la Conferencia de Madrid reunía en la capital española un selectísimo y amplio equipo de hombres de Estado y expertos en terrorismo, cuyas conclusiones no han sido muy acordes que digamos con las verdades que Aznar aprendió de boca de Bush, y sí con las propuestas del actual Gobierno español (incluida esa Alianza de Civilizaciones planteada por Zapatero).

LA ACTUAL derecha española mezcla viejos y nuevos conceptos ultraconservadores en un cóctel que tal vez tendría éxito en Washington, pero que en España rechina. ¿Por qué, si no, han dado los obispos tan cuidadoso giro a la cúpula de su Conferencia? Todo hace pensar que sus ilustrísimas huyen de la quema. Siguen siendo lo que son, ciertamente, pero han procurado desmarcarse de la línea de Rouco Varela. Se le han dado muchas vueltas al inesperado éxito de monseñor Blázquez. Pero, salvando todas las distancias, ¿no estamos ante una movilización electoral de emergencia (en la Conferencia Episcopal), en la que han confluido los sectores moderados, taranconianos y liberales, con vascos y catalanes; todos juntos para reducir el espacio de la extrema derecha?

Desde luego, en el PP se han quedado de piedra al ver que los obispos se les iban por la tangente. ¿Ni siquiera eso les hará reflexionar?

Y el caso es que, en Cataluña, Piqué venía jugando con habilidad las bazas que le estaban dejando socialistas y tripartitos , por un lado, y CiU por otro. La moción de censura fue un golpe aparentemente bien calculado, que venía a demostrar la eficacia de tácticas más sutiles y reactivas que las utilizadas en Madrid. Sin embargo, como si de una maldición se tratase, el PP catalán no ha sabido rematar la jugada. Al final renunció a que se votara su propia moción, a fin de guardarse tal opción para una finta similar más adelante. O sea, filibusterismo parlamentario de la categoría más ordinario. A Maragall, atosigado por los efectos sucesivos de su diarrea mental y verbal, la cosa le vino de perlas.

Zapatero, por supuesto, no deja de sonreír poniendo cara de bueno. Y Aznar se hizo humo mientras aquí era conmemorado el 11-M. Todo un símbolo.